En 2010, los ingresos de los principales ejecutivos de las 100 mayores empresas británicas aumentaron en un 49%, mientras que el aumento salarial medio se restringió al 2,7%. Según un informe de la Autoridad Bancaria Europea, en 2011 había 2.436 banqueros británicos que ganaban al año más de un millón de euros, frente a 162 en Francia y 36 en Holanda con esos ingresos.
La tendencia mundial es la misma. En China hay 1,3 millones de millonarios (más de 1 millón de dólares).
Forbes, la revista de los ricos, informa alegremente que registra 1.426 multimillonarios (más de 1,000 millones de dólares) en el mundo, incluidos 122 en China, con un patrimonio neto total de 5,4 billones de dólares.
Esto significa que la riqueza combinada de los multimillonarios de Forbes supera el presupuesto federal de Estados Unidos para este año, de 3,8 billones de dólares. Y si sumamos las fortunas conjuntas de los 10 primeros multimillonarios, damos con una cifra de 451.000 millones de dólares.
Si colocáramos en un avión a las 300 personas más ricas del mundo, su fortuna superaría al patrimonio combinado de 3.000 millones de personas, casi la mitad de la humanidad.
Paul Krugman y Joseph Stigliz, ganadores del premio Nobel de Economía, han escrito extensivamente sobre cómo las injusticias sociales frenan el desarrollo y fomentan crisis económicas. Krugman ha documentado que las crisis de 1929 y 2008 estuvieron acompañadas de aumentos de la desigualdad.
En la década de 1930 se tomaron medidas contundentes para hacer frente a la desigualdad y a los intereses ocultos. En el mundo actual, esta debe ser nuestra principal reflexión, algo que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, no ha hecho. No olvidemos que en los tiempos de Charles Dickens, Karl Marx denunciaba la explotación infantil en las minas británicas.
En 1848, Europa se vio sacudida por una serie de convulsiones sociales provocadas por la explotación extrema de los trabajadores. A pesar de la represión, se expandieron los sindicatos y nació un movimiento político progresista. Marx dio un marco científico a esta onda creciente, y en 1917, cuando triunfó la Revolución Rusa, el capitalismo se sintió amenazado.
Para conjurar el peligro, muchos países adoptaron reformas. Se legalizaron los sindicatos, integrándolos al sistema político, la izquierda entró en los parlamentos y hubo una serie de iniciativas para dar respuesta a las demandas populares.
Después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el mundo se transformó rápidamente. Los valores de la gobernanza tenían una fuerte carga social, que figuraba asimismo en las constituciones nacionales: la justicia social, la igualdad, la participación, los derechos laborales, los derechos humanos, la promoción de la mujer, la educación para todos, etcétera.
Pero, hagamos una pausa: ¿Sería posible hoy en día adoptar la Declaración Universal de los Derechos Humanos? ¿Se comprometería Estados Unidos a pagar el 25 por ciento del presupuesto de la Organización de las Naciones Unidas? Con la caída del Muro de Berlín (1989), ha surgido un nuevo mundo. El capitalismo, y no el Occidente, ha sido el ganador. Y ha querido hacernos creer que la globalización, entendida como total libertad para el capital y las inversiones (no para los bienes y las personas), produciría y difundiría bienestar, según la teoría del derrame.
El resultado ha sido diferente: concentración. inequidad y evasión impositiva. Y ya que tanto se ha publicado sobre paraísos fiscales, espero que baste recordar que ellos albergan 32 billones de dólares.
La Asociación de Bancos Americanos reconoce haber gastado 800 millones de dólares el año pasado haciendo lobby en contra de la ley de reforma financiera estadounidense, llamada Dodd-Frank, aprobada hace más de tres años.
Pero, gracias a la campaña de los banqueros, 240 de las 398 reglas incluidas en la ley Dodd-Frank no han entrado en vigor.
De esta forma, la verdadera pregunta es si en una sociedad profundamente injusta la democracia puede funcionar. ¿O simplemente se convierte en un mecanismo formal al servicio de los que forman parte del sistema, ignorando a los excluidos? ¿Comparten la misma visión del mundo los 300 multimillonarios a bordo del avión con los tres mil millones de pobres? Y si no es así, ¿su visión del mundo cuenta tanto como la de los 300 multimillonarios?
Sabemos que para el tipo de democracia de la época victoriana los individuos no eran iguales y somos conscientes de la cantidad de sangre y sacrificios que fueron necesarios para alcanzar el periodo de expansión y armonía social del que pudimos disfrutar hasta 1989. Pero, ¿se ha escuchado a los Obama, los Merkel, los Cameron, cuestionarse sobre este regreso al pasado?
No olvidemos el caso de Silvio Berlusconi, el magnate italiano que creó y financió su propio partido, ejerció cuatro veces el cargo de primer ministro, fue declarado culpable de fraude contra el Estado y ahora de él depende la estabilidad del gobierno de su país. Es un exponente de la democracia actual, pero, ¿es esta una auténtica democracia?