«No tengo que ser un jugador de baloncesto para ver que la pelota entró en el aro». Así dijo el miércoles el serbocroata Goran Hadžić sabiéndose preso al ser interrogado. Hadžić tendrá el dudoso honor de ser el último de los 161 acusados que es entregado al Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY). No se resistió ni intentó ocultar su verdadera identidad. Está acusado de participar en la ejecución de un plan de limpieza étnica de población no serbia en toda la República Serbia de la Krajina, ntidad autoproclamada independiente en 1991, tras declararse también independiente Croacia. Según la acusación se enfrenta a 14 cargos de crímenes de lesa humanidad y violación de las leyes de la guerra por «persecución por motivos políticos, raciales o religiosos; exterminio, asesinato, encarcelamiento, tortura, actos inhumanos, deportación y traslado forzoso»; entre los actos de los que se le acusa está el del asesinato de 250 pacientes de un hospital en Vukovar, la ciudad que de una manera más cruda sufrió los primeros enfrentamientos entre serbios y croatas al comienzo de las guerras yugoslavas.
Goran Hadžić fue detenido en un bosque cerca de la ciudad de Krušedol, en el norte de Serbia, cuando a las 8.30 acudía a una reunión con un cómplice del que iba a recibir dinero. Según informaciones locales tenía problemas para lograr medios de financiación alternativos. No obstante desde su huida en 2004, cuando tuvo que dejar de vivir en Novi Sad con su familia, recibió ayuda de miembros de la Iglesia ortodoxa y afines a los antiguos servicios de inteligencia, muchos de los cuales se enriquecieron a costa de los conflictos que asolaron los territorios hoy croatas de la Eslavonia Oriental y la Krajina. De hecho el fiscal serbio para crímenes de guerra, Vladimir Vukčević, nada más cerrarse la detención, ha declarado que continuaría la investigación contra los cómplices del ex-fugitivo.
Goran Hadžić
Tal vez su captura no tenga todo la significación de las de Ratko Mladić o Radovan Karadzić, quienes más claramente representaron la efervescencia beligerante serbia de las Guerras de Croacia y Bosnia y Herzegovina, pero el nuevo inquilino del TPIY encarna mejor si cabe el perfil medio de los cuadros políticos y militares de las fronteras psicológicas del nacionalismo serbio. Una incipiente hornada de políticos serbocroatas y serbobosnios, no demasiado alejados de las estructuras de poder del titismo de antaño, pero sí de cualquier vocación democrática. Una cadena de transmisión montada a través del paraestado crecido en el entorno de los servicios de inteligencia ex-yugoslavos, los grupos paramilitares y la economía de guerra, protagonizada por hombres afines a Slobodan Milošević, como Jovica Stanišić, Frenki Simatović, Radovan Stojčić, Željko Ražnatović «Arkan», de los que ni los propios serbios guardan hoy buen recuerdo.
Sin ser de los que más alto levantaron la voz, sí avivó enérgicamente entre los vecinos el miedo y la confrontación. Aquel terror que permanecía en el recuerdo sobre los campos de concentración gestionados por los ustaše durante el gobierno colaboracionista croata de la II Guerra Mundial o que ofrecía de forma magnánima un lujurioso estado étnicamente serbio sin musulmanes ni croatas. Quedan muchas fotos de las guerras de Croacia que ilustran como funcionarios políticos de segundo nivel, gestores de almacenes, tiendas y comercios en poblaciones pequeñas, como era el caso de Hadžić, lideraban la escena política dominada por los uniformes militares, la sociedad de cañoneras y los submundos de la economía de guerra. Una referencia política y cultural que si bien tuvo su público durante los años 90, el resultado trágico de la crisis yugoslava los ha convertido en estampas e iconos de una época a la que muchos serbios miran con indiferencia y malos recuerdos.
Perspectiva europea
Los líderes de la UE y la OTAN han aplaudido al gobierno serbio. «Este es un paso importante para Serbia en el cumplimiento de su perspectiva europea. Saludamos la determinación y el compromiso de los líderes de Serbia en este esfuerzo», se dijo en un comunicado de la UE. La entrega de la última demanda del TPIY eleva el perfil europeo de Serbia y de su presidente de cara a la candidatura europea que se espera para antes de final de año. Una parte importante de la sociedad serbia se pregunta por el sospechoso cálculo de intereses que pueda haber detrás; un presidente que vivía antes de la entrega de Ratko Mladić momentos de popularidad bastante bajos y que tras la entrega de los dos acusados cierra un capítulo negro en el mejor de los momentos posibles en su camino hacia el club europeo.
Cuando el presidente serbio fue preguntado si esta detención acelerará la adhesión y las negociaciones con la Unión Europea, Tadić dijo: «Vamos a ver. Muchas veces he dicho que no estamos hablando de ningún tipo de comercio, sino del cumplimiento de los compromisos. Hemos cumplido nuestras obligaciones. Cerramos una página muy difícil de nuestra historia»