«Es un buen intento, pero también una causa perdida», opina, antes de señalar que Ban está en desacuerdo con el presidente ruso Vladimir Putin, quien ya rechazó una solución política propuesta por su par estadounidense Barack Obama.
Norman Solomon, director fundador del Institute for Public Accuracy, con sede en Washington, dijo que es adecuado que Ban «intente mediar en el conflicto, pero es demasiado malo que su itinerario de este viaje no lo lleve también a Washington». Si la crisis se pone en contexto, tanto el gobierno ruso como el estadounidense son responsables, sostuvo.
«Y si uno se toma en serio la dinámica lamentable pero muy real que impele a grandes naciones a proteger sus esferas de influencia, particularmente cerca de sus fronteras, el secretario general de la ONU debería estar dispuesto a confrontar a Obama, al igual que a Putin», señala. Solomon es autor de «War Made Easy: How Presidents and Pundits Keep Spinning Us to Death» (La guerra hecha fácil: Cómo presidentes y expertos nos hacen girar hacia la muerte).
A su juicio, una de las maneras en que Ban podría avanzar hacia la distensión de la crisis sería contener la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), junto con un compromiso firme de esa entidad de nunca buscar que Ucrania sea uno de sus estados miembros. «Un secretario general menos servil al gobierno de Estados Unidos pudiera estar dispuesto a intentarlo», apunta Solomon.
Michael Ratner, presidente emérito del Centro para los Derechos Constitucionales, explica que «no sé qué hizo el secretario general de la ONU mientras el golpe se planeaba y llevaba a cabo, pero sin duda sus acciones llegaron demasiado tarde». Sería interesante que denunciara el golpe de Estado en Ucrania y que condenara a Occidente por su interferencia, agrega. «Es una gran hipocresía que los funcionarios y la prensa de Estados Unidos de alguna manera digan que el golpe en Ucrania fue legítimo, pero el referendo en Crimea no», dijo Ratner, presidente del Centro Europeo para los Derechos Constitucionales y Humanos, con sede en Berlín.
John Quigley, profesor emérito de derecho internacional en la Universidad del Estado de Ohio, dice que Ban debería apoyar el derecho a la autodeterminación del pueblo de Crimea, y distanciarse de las declaraciones de los líderes de Occidente que han denunciado el referendo crimeo y que consideran que la incorporación de esa península a Rusia es una anexión ilegal.
«Los principios de la Carta de la ONU requieren ese tipo de postura de su parte», planteó Quigley, autor de «The Ruses for War: American Intervention since World War II» (Las estratagemas de la guerra: La intervención estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial). Ante una pregunta periodística sobre su reunión con Putin, el secretario general declaró el jueves en Moscú: «No estoy en posición de revelar todo lo que el presidente dijo. Lo que puedo decirles es que expresé mis preocupaciones, serias y graves, sobre la actual situación, donde la tensión está aumentando».
La tensión entre Rusia, uno de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, y la Unión Europea (UE) y Estados Unidos se debe resolver de modo pacífico, subraya Ban. Solomon recuerda que los últimos tres presidentes estadounidenses, incluido Obama, promovieron implacablemente la expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas.
«Imagine la respuesta de Washington si Rusia o China o alguna otra potencia mundial considerable hubiera trabajado firmemente para crear una alianza militar y/o política cerca de las fronteras estadounidenses. Los gritos de ira de Estados Unidos estarían acompañados de enérgicas formas de intervención», plantea Solomon.
Sin embargo, altos funcionarios del gobierno estadounidense siguen actuando como si los líderes rusos no tuvieran legítimos intereses de seguridad en Ucrania, señala. Solomon señala que tanto la Casa Blanca como el Kremlin mostraban arrogancia geopolítica, y se volvía cada vez más peligroso su intercambio de palabras y advertencias.
«La responsabilidad del Kremlin es obvia, mientras que la de la Casa Blanca puede parecer menos clara», señala. Para Ratner «es importante observar el discurso dominante en la prensa occidental, según el cual el derrocamiento del gobierno en Ucrania fue algo bueno, mientras que Putin es imperialista y Rusia ocupó en forma ilegal Crimea». Durante mucho tiempo, explica, Occidente intentó socavar a Ucrania, hacerla parte de la UE y alejarla de Rusia. Y también lo procuró hacer con otras ex repúblicas soviéticas.
«Occidente intentó que el gobierno de Ucrania firmara un acuerdo para ser su socio exclusivo y arrastrarlo a las alianzas occidentales», afirma. «Como sabemos por conversaciones telefónicas filtradas entre funcionarios estadounidenses», Washington «urdía un complot para establecer un nuevo gobierno ucraniano antirruso, expulsando o neutralizando a su presidente democráticamente electo. Esto es un golpe». Se trata de «un exitoso esfuerzo de Occidente para seguir debilitando y aislando a Rusia».
Quigley señala que el secretario general procura una solución basada en la Carta de la ONU, y la autodeterminación es uno de esos principios. El pueblo de Crimea siempre ha estado a favor de una separación de Ucrania, desde la disolución de la Unión Soviética en los años 90. Quigley lamenta que Occidente se haya concentrado en adoptar sanciones en vez de preocuparse más por la situación de derechos humanos.
El secretario general prevé reunirse con miembros de la misión observadora de la ONU en Kiev. Esto es mucho más útil, sostiene. Ban también podría interiorizarse de la situación de derechos humanos en Crimea, sobre todo en relación con las dos principales minorías allí, ucranianos y tártaros, que se oponen a la integración a Rusia. El secretario general debería presentar su preocupación a Moscú y exigirle garantías de que los derechos de esas minorías serán respetados.