Depardieu dice en la carta al primer ministro «soy un verdadero europeo, un ciudadano del mundo como me lo inculcó siempre mi padre». Probablemente su padre, no pudo imaginar que aquel adolescente problemático que incluso cumplió condena por pequeños robos en una institución correccional y que estudió Arte Dramático como terapia, se convertiría en el actor mejor pagado de Francia poseedor de un imperio empresarial que abarca desde la producción cinematográfica y los restaurantes de lujo a los viñedos.
Lo cierto es que a Depardieu, olvidada su etapa de benefactor del partido comunista francés, no le gusta pagar impuestos y ha decidido mudarse a una pequeña localidad belga, Nechi, que está a solo un kilómetro de la frontera francesa. Un lugar en el que seguramente ha encontrado a muchos amigos. En Nechi, de 2.800 habitantes, uno de cada cuatro es francés y rico.
En septiembre, François Hollande anunció el presupuesto más duro en 30 años con el objetivo de «recuperar al país y luchar contra la deuda» y confirmó un impuesto del 75% de sus ganancias a quien genere por encima del millón de euros. «Según Ayrault «los que se exilian al extranjero no son los que temen volverse pobres. Lo hacen porque quieren ser aún más ricos».