El Museo Martin-Gropius-Bau de Berlín expone hasta el 9 de agosto la mayor retrospectiva de la artista mexicana. «Una labor de detective», dicen los organizadores, que han rastreado la huella de Frida Kahlo por todo el mundo en museos y en colecciones privadas para traer a la capital alemana 150 obras, dibujos y fotografías, que componen un gran retrato de su vida, su pensamiento y su obra.
Compañera de Diego Rivera, musa de Trotsky o de Breton, Frida Kahlo tiene hoy un atractivo propio que va mucho más allá de sus hombres de referencia. La fascinación que transmite está en su pintura, pero también en la vida que cada lienzo esconde detrás.
«Queremos mostrar a la pintora, no a la santa», ha dicho la comisaria de la exposición, Helga Prignitz Poda, quien se ha propuesto destacar su trabajo por encima del dramatismo, quizá morboso, de su biografía. Pero la «santidad» de Frida Kahlo es inseparable de su arte. A los 18 años sufrió un accidente, cuyas heridas le provocaron dolor durante toda su vida y la obligaron a someterse a 22 operaciones. La morfina y el alcohol la acompañaron siempre en una vida de infidelidades con el muralista Diego Rivera. Murió a los 47 años sin gran reconocimiento. Ahora es un icono del surrealismo y del misticismo en el arte y del feminismo mexicano.
Autorretratos o naturalezas muertas descubren en Frida Kahlo humor negro, fantasía o sexualidad, en un efecto perturbador. En Berlín se habla de la «Fridamanía». euroXpress