Pase lo que pase en Francia, el candidato socialista, François Hollande, ya ha conseguido abrir el debate a nivel europeo sobre el crecimiento en la UE y el no sometimiento de los 27 a los dictados de la canciller alemana, Angela Merkel. Su rechazo al pacto de disciplina presupuestaria en los términos en que lo han firmado 25 países europeos ha sido un revulsivo para renovar planteamientos, incluso desde Bruselas, que apuntan a una relajación de las drásticas exigencias presupuestarias para cumplir con el sagrado déficit del 3%.
El efecto Hollande ha sido tan contundente que, en pocos días, su llamamiento al binomio austeridad+crecimiento ha sido asumido públicamente por todos los líderes comunitarios devorando al impulsor. Desde su rival, Nicolas Sarkozy, a la jefa del gobierno en Berlín, Angela Merkel, han hecho suyas las tesis de Hollande y las últimas encuestas han reducido las diferencias en intención de voto en las presidenciales francesas a solo cuatro puntos a favor del socialista.
Gane quien gane en Francia, la barrera de los recortes sociales sin fin en Europa se derrumba. La propia Merkel y su programa de crecimiento para Europa, aún por ver, abre un nuevo camino que Bruselas asume como propio mientras Berlín no tiene prejuicios en pasar del eje Merkozy a Merkollande.
Si Sarkozy ha tenido como uno de los temas centrales de campaña no hacer las políticas que el gobierno socialista español puso en práctica, Hollande ha basado sus teorías de cambio en el ejemplo griego, como foco de fracaso europeo en la gestión de la crisis. Previsiblemente, los griegos van a castigar este domingo en las urnas a derecha e izquierda. Primero, por su derroche; segundo, por mala práctica política; y tercero, por su sumisión a los draconianos planes de austeridad impuestos por la CE, el BCE y el FMI, que han llevado a Grecia a una espiral de pobreza de la que no saldrá en décadas.
En Grecia, las encuestas dan como ganador a los conservadores de Nueva Democracia y como gran perdedor a los socialistas del PASOK, a los que tocó gobernar al borde de la quiebra del país. En medio, una amalgama de partidos nuevos y viejos, con posiciones extremistas de izquierda y derecha, que van a poner a prueba la capacidad de todos para formar coaliciones. Sin embargo, parece difícil que salga de las urnas una mayoría suficiente para formar un ejecutivo estable y la matemática parlamentaria puede hacer saltar por los aires un resultado tan incierto que haya que volver a convocar elecciones, como ya amenaza el líder conservador, Antonis Samaras, si no consigue mayoría absoluta.
Su partido, Nueva Democracia, ha participado en el gobierno tecnócrata de Lukas Papadimos, en la consecución del segundo rescate europeo a Grecia pero, en la nueva línea europea, pide que se relajen los plazos para el cumplimiento de las medidas de ajuste y revisar algunas de las exigencias más duras.
La propia Angela Merkel se somete al test de los votos populares, en las elecciones regionales que se celebran también hoy en Schleswig-Hostein, con el repetido duelo CDU-PSD y los liberales del FDP, socios en el gobierno federal, como árbitros. Los sondeos dan mayoría a los socialdemócratas, aunque ajustada.
Para quien no se fie de las encuestas, resultados reales, los del Reino Unido, que en las municipales del pasado jueves han dado un varapalo a los conservadores, un aviso de que la presión sobre las clases medias y bajas tiene límites.