Finalmente, tras una infancia difícil, el Fondo Verde para el Clima (FVC) comenzó a dar sus primeros pasos. La gran interrogante ahora es qué rumbo tomará.
Organizaciones de la sociedad civil sostienen que la propiedad local, la sostenibilidad y un firme compromiso con la energía limpia son algunos elementos no negociables para que pueda prosperar el FVC, el principal mecanismo de la Organización de las Naciones Unidas para la financiación de la mitigación y la adaptación relacionada con el cambio climático en los países del Sur en desarrollo.
El «FVC pretende tener por lo menos un par de proyectos en marcha a tiempo para la COP 21», la Conferencia anual de las Partes sobre Cambio Climático que se realizará en París en diciembre, «para mostrarle al mundo que el Fondo está listo para trabajar y que los países del Norte industrial están pasando del dicho al hecho», señaló Karen Orenstein, de Amigos de la Tierra.
«Por supuesto, eso será más creíble una vez que una parte considerable mayor del dinero prometido al FVC se comprometa legalmente», añade. «Es esencial que los primeros proyectos del FVC establezcan el precedente apropiado para las futuras actividades financiadas. El Fondo debe mostrar lo mejor que tiene para ofrecer», destaca.
«Esto significa abordar directamente las necesidades de adaptación y mitigación de los (países) vulnerables mediante iniciativas ambientalmente sólidas que promuevan los derechos humanos y beneficien a las economías locales, en lugar de las transacciones del tipo de Wall Street que tendrían, en teoría, un beneficio de goteo para los pobres», recomienda Orenstein.
En la COP 16, celebrada en Copenhague en 2009, los donantes acordaron movilizar 100.000 millones de dólares al año para 2020, en una mezcla indefinida de fondos públicos y privados, para ayudar al Sur en desarrollo en este tema. El FVC será la piedra angular de este proceso y empleará el dinero para financiar equitativamente los proyectos de mitigación y adaptación.
Los fondos reales se están liberando con lentitud. Pero Japón entregó 1.500 millones de dólares a fines de mayo, lo que permitió que el FVC cruzara el umbral del 50 por ciento necesario para comenzar a asignar recursos a proyectos y programas en los países en desarrollo. El FVC finalizará su primera serie de proyectos para que la Junta Directiva del Fondo la apruebe en su undécima reunión en noviembre.
También identificó áreas estratégicas prioritarias y oportunidades de inversión internacionales que no reciben el apoyo necesario de los mecanismos de financiación existentes, y que pueden servir para maximizar el impacto del FVC, especialmente las inversiones en ciudades eficientes y flexibles, la gestión del uso del suelo y la capacidad de recuperación de las islas pequeñas.
«Los proyectos deben ser verdaderamente impulsados por los países, lo cual no implica que estén impulsados solo por los gobiernos, sino también por las comunidades, la sociedad civil y el sector privado local. Y, por supuesto, no debe haber ni rastro de apoyo a la energía sucia», resalta Orenstein.
Hasta la fecha, 33 gobiernos, entre ellos ocho países en desarrollo, se han comprometido a aportar 10.200 millones de dólares, y 21 firmaron parcial o totalmente su convenio de contribución. Pero queda por verse cómo se mantendrán y acelerarán esos fondos a largo plazo.
En un nuevo análisis, la organización no gubernamental Instituto Mundial de Recursos (WRI) señala que, más de cinco años después de Copenhague, las fuentes, instrumentos y canales que deberían incidir en alcanzar la meta de 100.000 millones de dólares anuales siguen siendo ambiguos.
El análisis sugiere cuatro posibilidades, siendo la primera la financiación destinada al clima exclusivamente suministrada por los países industrializados, y la segunda, fondos de estos, más inversión del sector privado. La tercera implica la financiación de los países industrializados y de los bancos multilaterales de desarrollo, más la inversión del sector privado.
Y la cuarta implica la suma de las tres primeras fuentes y la ayuda oficial al desarrollo relacionada con el clima reunida por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Ahora que los gobiernos están negociando un nuevo acuerdo internacional sobre el cambio climático para el período posterior a 2020, Michael Westphal, investigador del WRI, nos dijo que los países aún no coinciden en las fuentes de financiación que habrán de aplicar. Una conclusión «es que, cuantas más fuentes se incluyan, la meta de los 100.000 millones de dólares se vuelve más realista», opina.
Según el análisis del WRI, otros fondos surgirían de fuentes innovadoras, como la reorientación de los subsidios a los combustibles fósiles, los ingresos del mercado de carbono, los impuestos a las transacciones financieras, los créditos a la exportación y la reducción de la deuda externa.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) calcula que los subsidios que los países de la OCDE otorgaron a los combustibles fósiles, antes de la quita por concepto de los impuestos, ascendieron a 13.300 millones de dólares en 2012.
El respaldo presupuestario y los gastos fiscales de los 34 países miembros de la OCDE vinculados a los combustibles fósiles ascendieron a 76.400 millones de dólares en 2011.
El Grupo de los 20 países más ricos «accedió a eliminar gradualmente a medio plazo los subsidios a los combustibles fósiles, por lo que pensamos que es probable que se avance en este frente en los próximos cinco años», observa Westphal.
«El FMI escribió mucho acerca de los costes de los subsidios a los combustibles fósiles, por lo que ahora el tema es candente para las instituciones financieras multilaterales. En cuanto al ETS (sistema de comercio de emisiones contaminantes), los gobiernos deben acceder a desviar algunos de los ingresos procedentes de los derechos de emisión en sus presupuestos a las finanzas climáticas internacionales», sugirió.
Aunque se alcance la meta de financiación del FVC, los observadores estarán atentos a dónde va el dinero. La ofensiva de algunos gobiernos e instituciones financieras a favor de combustibles fósiles «menos sucios» como forma de combatir el cambio climático equivale a que un médico le diga a un paciente con cáncer que «está bien fumar, siempre y cuando sean cigarrillos con filtro», compara Orenstein.
«En el amplio espectro de los combustibles fósiles siempre existirá un proyecto o tipo de combustible que sea relativamente más o menos sucio que otro. Permitir la llamada financiación climática para aquellos proyectos que son un poco menos sucios que la alternativa hipotética es una forma segura de jugar con el sistema».