Doce kurdos detenidos por cargos de terrorismo iniciaron el 12 de septiembre una huelga de hambre, a la que rápidamente se sumaron 670 presos más. Este mes se les han unido legisladores del Partido por la Paz y el Desarrollo (BDP), cuyo electorado se encuentra en el sudeste de Turquía, de mayoría kurda.
La decisión de Ocalan le ha quitado un problema al primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, cuyo gobierno se mostró dividido en el tratamiento de la huelga, justo cuando este país es cuestionado por la Unión Europea por la falta de avances en materia de derechos humanos, en general, y de las minorías, en particular.
Los huelguistas reclamaban el derecho a usar su idioma materno en la educación y en la justicia, además de poner fin a la reclusión en aislamiento de Ocalan. El presidente del PKK, de 64 años, fue condenado a cadena perpetua en 1999 por terrorismo y permanece recluido en aislamiento en la isla de Imrali, cerca de Estambul.
Pero sigue siendo el líder indiscutido del PKK, un movimiento autonomista que creó en 1978 y que ha recurrido en reiteradas oportunidades a la rebelión armada desde 1984. Los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad turcas han dejado 40.000 muertos entre civiles y combatientes.
Su principal objetivo es la autonomía cultural del pueblo kurdo, aunque siempre fue considerado por Ankara un movimiento separatista basándose en la interpretación de la Constitución del país, que prohíbe toda amenaza a la integridad territorial e impone un idioma único: el turco. La mayoría de la población turca respalda esa interpretación, independientemente de su filiación política.
El Partido por la Justicia y el Desarrollo (AKP), de Erdogan, prometió ciertas libertades culturales a los kurdos cuando llegó al gobierno en 2002. Sin embargo, presionado por los sectores nacionalistas y militares y la opinión pública, limitó los cambios a meros gestos simbólicos, como la creación de una cadena de radio y televisión en kurdo y una propuesta de dejar que las universidades dictaran cursos de kurdo como lengua extranjera.
Para la socióloga Nazan Ustundag, profesora de la Universidad del Bósforo, en Estambul, «el público turco se polariza cada vez más sobre este asunto, pero lo peor está por venir». «La polarización entre, por un lado, los kurdos y los demócratas que les son favorables y, por otro, el Estado, se ampliará y la violencia aumentará si mueren estas personas».
La decisión del PKK de poner fin a la huelga evitó el desenlace fatal, pero no del todo. En su mensaje del domingo, Ocalan dijo que no eran los presos quienes debían hacer huelga sino sus partidarios que están libres. Esto podría marcar el principio de otro ayuno de protesta, más difícil de controlar para las autoridades, pues los huelguistas estarán por todos lados.
De todos modos es poco probable que ocurra ahora. Los 68 días de huelga parecen haber arrojado logros parciales, pues un comité parlamentario redactó una propuesta para legalizar el uso del kurdo en la justicia.
Si se convierte en un instrumento legal vinculante, podría producirse dentro de poco un cese del fuego entre el PKK y las fuerzas de seguridad, lo que haría renacer la esperanza de una solución política al problema kurdo.
La población kurda representa 20 por ciento de los 72,5 millones de habitantes de este país. La mayoría se concentra en el sudeste, lo que les convierte en un electorado significativo para cualquier partido que logre ganar su lealtad. La consideración de Erdogan por las reivindicaciones de los kurdos en los primeros días de su mandato tiene más que ver con la «real politik». Sus promesas y gestos parecen haberle dado réditos hasta hace poco.
Analistas políticos creen que el voto kurdo contribuyó con cinco o seis puntos porcentuales al triunfo del AKP en 2007 y en 2011. Pero todavía quedan muchos votos por conquistar, según estrategas de este partido. Su rival en la región, el BDP, que se cree es el brazo político del PKK, tiene 36 legisladores locales y controla 97 municipios. Pero la plataforma electoral kurda es mayor, moderada y no tiene una relación permanente con ningún partido. Al AKP y al PKK les gustaría ganar sus corazones y sus mentes.
Para Mumtaze Turkone, editorialista de Zaman, un periódico cercano al AKP, «todo lo que se ha hecho sobre el derecho al idioma kurdo en Turquía, todas las medidas tomadas para resolver el problema, además de la política de seguridad, entre otros, todo forma parte de medidas para atraer al electorado kurdo». Asimismo «el PKK también trata de convencer a los kurdos mediante la 'guerra revolucionaria popular', con una escalada de violencia y tratando de ganar legitimidad moral con huelgas de hambre. Pero parece no darse cuenta de que no puede utilizar ambos vehículos», explica Turkone.
Menos de seis horas después de terminada la huelga de hambre, por lo menos cinco soldados del ejército turco murieron a manos de rebeldes del PKK en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad en la provincia de Hakkari. Parece que la solución política al problema no está tan cerca después de todo.