Por Miguel Rodríguez Andreu, becario de estudios de la AECID en la Universidad de Belgrado
Desde Belgrado a Banja Luka se puede ir en autobús. Los conductores de autobús en los Balcanes son hombres tranquilos que tienen canas por todas partes, beben café de puchero y fuman cigarrillos marca «Drina». Te llevan por todo el sudeste europeo con dos teléfonos móviles, pagando los peajes en dinares (Serbia), kunas (Croacia) y marcos convertibles (Bosnia y Herzegovina). En esta ocasión el destino era el Festival Internacional de Cortometrajes de Banja Luka. Un recorrido imperial (austrohúngaro) hacia el corazón del sureste europeo. Al entrar en Bosnia y Herzegovina, desde la ciudad fronteriza de Gradiška, nos deslizamos al acelerador rural, de casas alineadas a ambos lados de la carretera, drumsko selo lo llaman los locales; un pasillo vertiginoso de puestos de verdura y de ćevapi, parking improvisados, madres agarrando a sus hijas, viviendas enladrilladas con leones de piedra, talleres mecánicos con rótulos de neón, Europa´92 ponía alguno, terrazas con toldos de colorines y ese bizantismo yeyé de los feligreses con chándal y las iglesias ortodoxas del S-XXI.
Esa precipitación urbanística en hilera recta termina en Banja Luka, nuestro destino cultural del fin de semana. Una ciudad a medida del visitante cinéfilo, bien dispuesta, asequible y accesible, con dos calles peatonales (especialmente Bana Milosavljevića) repletas de rebosantes cafeterías (como toda la ciudad) que convergen en el Teatro Nacional, uno de los dos espacios habilitados para el festival; el otro: la fortaleza Kastel junto al río Vrbas, una gran pantalla, dos torres laterales de piedra, ambiente brujo, hereje y mandoblero, mantitas para no pasar frío en la nocturnidad filmográfica y el grifo de cerveza no muy lejos para cumplir con el genotipo balcánico de esta clase de eventos (todo muy bien pensado).
El festival fue creado hace 4 años, y en esta ocasión ofrecía dos días intensos de oferta cinéfila, con su aderezo de mesa redonda y programa nocturno de Dj. Un festival que este año se proponía bajo el lema Rekonstrukcija insuflar renovación y refundación a un proyecto que se antoja vibrante para los años venideros. «Esto es una introducción de lo que va a ser el festival en el futuro», dice la directora del festival Darija Buzaković Un programa coral que dejó una selección de cine casero-experimental-documental, guiños al cine comercial y cine premiado.
La primera película «Hasta luego, ¿cómo estás?», una sucesión de imágenes y escenas que revelan el lado más tragicómico de la vida serbia rural-urbana de los últimos años, a través de un guión lleno de aforismos, «dribling en un espacio pequeño» dice el realizador Borisa Mitić. La primera noche terminó con la actuación circense de «PIR», la inauguración oficial por parte de las autoridades municipales - de rigor, y la intervención de los directores Lazar Stojanović y ´elimir ´ilnik, invitados del festival, que apelaron al desparpajo creativo y la autoestima del cine local. Después la película «Yo ya soy todo lo que deseo tener» del joven realizador Dane Komljen y «Yo, también» de Álvaro Pastor y Antonio Naharro, premiada en el Festival de Cine de San Sebastián. Después noche variada, que comenzó con un coctel, con tentempié de frutas incluido, y las diversas opciones a las que invita la ciudad: rock en directo con cerveza Nektar, bailoteo al compás de Dj, y la pasarela de excelsas señoritas que recorren sus calles a ritmo de tacón y el despreocupe. Las mujeres superan con mucho en número a los hombres en toda la ciudad: variable antropológico-social muy llamativa.
El segundo día mesa redonda y más cine. Selección de cortos de todos lugares y todas partes, cine de sobremesa a las tres de la tarde, tras una pljeskavica bañada en juguito de arándanos. Después un documental road-movie que desprende yugonostalgismo (un documental más, sobre todo entre los serbios); la aclamada «Logorama», Oscar al mejor corto animado: cine francés, resuelto, gamberro y anti-capitalista (en este orden); «Vacaciones de Ferragosto» del italiano Gianni di Gregorio, un dandi de la capital italiana que se las ve y se las desea cuidando de cuatro ancianas dignas y traviesas (también en este orden); el reciente premio de cine corto del Festival de Sarajevo, la croata «Luna amarilla», cine local-local, y la película «Coco Chanel e Igor Stravinski», cine de época-época.
Dosis de cine que conjuga algo muy común de la vida cultural-organizada en la región, cosas de aquí y cosas de allá, en este caso junto y revuelto: un festival europeo. Un festival con carga urbanita y cosmopolita, a contracorriente, propuesta descarada y ambiciosa, que se suma al reputado Festival de Cine de Sarajevo, dos propuestas veraniegas de referencia, excusas ambas para pasearse por Bosnia y Herzegovina; y viajar de vuelta a Belgrado a través del acelerador rural con otro conductor tranquilo que tiene canas por todas partes, bebe café de puchero y fuma cigarrillos marca «Drina». Festival Internacional de Cortometrajes de Banja Luka: ya digo, Cine «a través».