Para cambiar eso, una extensa muestra en el museo Quai Branly, de París, se ha propuesto identificar a los escultores africanos. Allí se suelen realizar exposiciones indígenas de África, Asia, Oceanía y América, aunque a menudo criticadas por su «perfil colonialista».
La muestra llamada «Maestros de la escultura de Costa de Marfil», que estará abierta hasta el 26 de julio, cuenta con casi 330 obras históricas y contemporáneas, y coincide con un momento en que el mercado del arte tradicional africano alcanza su nivel más alto en décadas, con piezas a precios récord en medio de un debate sobre si los objetos deben «devolverse» a África.
La exhibición es un tributo al notable talento de escultores, considerados «maestros» en sus países. El eterno esplendor de algunos objetos ayudará a explicar la actual tendencia al acopio, pero también puede fomentar el debate sobre a quiénes deben pertenecer las obras que reflejan el patrimonio cultural de una región.
«El arte realmente no tiene patria», nos dice uno de los curadores, el etnólogo Eberhard Fischer, director emérito del Mueso Rietberg, de la ciudad suiza de Zurich. «El interés del artista no debe ser el mismo que el de la nación. Los museos son responsables del artista y deben homenajearlo como corresponde», explica. «El arte africano, el europeo, el indio, deben verse en todo el mundo. Estamos en el siglo XXI», subraya.
Lo que tiene de «especial» la muestra, puntualiza Fischer, es el intento de mostrar a los creadores «detrás de las obras maestras», en vez de presentar objetos en un contexto general como arte tribal creado por artistas anónimos.
«Mi objetivo es poner a estos maestros en un pedestal y decir 'estos fueron grandes hombres'», explica Fischer. «Nunca se les concedió el mismo estatus que a los artistas occidentales y ya era hora de que se realzaran sus capacidades individuales», añade.
En la introducción a la exposición, Fischer y el otro curador, Lorenz Homburger, dicen que «la escultura africana tiene un lugar central en la historia del arte», y sostienen que la identificación de los artistas tradicionales contribuye al reconocimiento de su papel.
«A menudo considerado en Occidente como una producción artesanal que solo se relaciona con actividades rituales, el arte africano, al igual que el occidental, es obra de artistas individuales cuyo trabajo muestra grandes capacidades personales y artísticas», recalcan los curadores.
Costa de Marfil es una de las regiones más importantes en materia de producción artística en África, y la muestra «invita» a los visitantes a descubrir a diferentes maestros de varios grupos étnicos, artistas muy apreciados por sus comunidades. A algunos escultores solo se les identifica por su región, pero muchos otros tienen nombres que se vuelven conocidos.
Los visitantes aprenderán sobre Sra (el creador), que nació alrededor del año 1880 y murió en 1955. Fue el escultor más famoso del oeste de Costa de Marfil, según los curadores, y creó «máscaras y objetos prestigiosos para muchos jefes de los pueblos dan y mano, de Liberia, y para integrantes importantes de la comunidad dan y we en su país».
Sra fue reconocido por sus figuras femeninas, y los visitantes podrán admirar los objetos así como las sorprendentes representaciones de madres e hijos. Un contemporáneo suyo, Uopié, procedente de otra zona, pero también parte de la cultura dan, en el noroeste de Costa de Marfil, produjo máscaras sonrientes «de una belleza fascinante» del tipo conocido como déanglé.
Junto con los objetos, los curadores ofrecen breves presentaciones verbales de los artistas que pudieron identificar: Tompieme fue un «hombre alegre, pequeño, más bien atlético» y un agricultor exitoso, así como cantante y músico; Si fue un cazador e instructor de jóvenes que durante décadas se dedicó a «circuncidar niños y dirigió el campamento de iniciación, donde enseñaba a sus alumnos el arte del tallado».
Luego está Tame, quien nació alrededor 1900 y vivió hasta 1965, y fue «un bello joven, luchador de éxito y amante de muchas mujeres», sobrino de Uopié, quien le enseñó a esculpir. No hay fotografías que muestren a los visitantes los supuestos bellos rasgos de Tame, pero sí hay de Kuakudili, el primer artista de Costa de Marfil que tiene su «propio rostro» en la exhibición.
La fotografía está disponible gracias a Hans Himmelheber, un antropólogo alemán, coleccionista de arte y padrastro de Fischer que conoció al artista en 1933. En ella se puede observar a Kuakudili como un hombre serio y flaco.
Talló máscaras sagradas tanto para bailarines enmascarados de las aldeas vecinas, así como para su propio pueblo; en su obra, los visitantes encontrarán las formas que inspiraron a artistas occidentales, como Pablo Picasso, Georges Braque y otros cubistas.
Máscaras como las de la muestra y otros objetos de «maestros africanos» tienen una gran demanda en el mercado internacional de arte, en especial en París, Nueva York y Bruselas.
Jean Fritts, directora de Arte de África y Oceanía de la casa de subastas Sotheby's, dice que el precio medio de las obras africanas se duplicó en la pasada década. «Hubo un tremendo crecimiento desde 1999», nos asegura. «En parte, esto obedece a un mayor aprecio del arte africano».
El fenómeno tiene que ver con la muerte de los primeros coleccionistas y con la decisión de sus herederos de vender los objetos, según los comerciantes. Muchas obras proceden de excolonos de Bélgica, tanto museos como coleccionistas particulares aprovechan aquellas que creen que fueron adquiridas por medios «honestos».
Fritts señala que coleccionistas de Oriente Medio compran un 25 por ciento de las obras de arte en el mercado, algunas de las cuales están destinadas al Louvre de Abu Dhabi, así como al Museo Nacional de Qatar, que reabrirá sus puertas en 2016.
En África, empresarios como la congoleña Sindika Dokolo, también compran en el mercado con el fin de devolver su arte al continente. Dokolo tuvo un representante en una subasta de Sotheby's, en París, donde llegó a ofrecerse 3,5 millones de euros por una máscara, que al final adquirió otro pujador.
Dado que la procedencia y la historia de la exhibición son importantes para los coleccionistas de arte, junto con la calidad artística y la rareza, la exhibición del Quai Bransly puede servir para agregar valor a objetos identificados como obra de un «maestro» particular, lo que para Fischer no es un problema.
«Muchas de estas obras de arte se venden como antigüedades y es un error», explica. «El mercado quiere mantenerlas en una especie de nube de anonimato, pero ¿por qué el arte africano no puede alcanzar el mismo precio elevado que los coleccionistas pagan por el arte occidental? No se han rendido suficientes honores a estos artistas», subraya.
Según él, la muestra es el primer paso para que estos artistas tengan un lugar en museos prestigiosos como el Louvre de París. Quizá algún día, Sra sea tan conocido como Picasso.