La sala de control enmudecía momentos antes de las dos de la tarde, siempre hora española, cuando en la sala de control de Kourou, en la Guayana Francesa, una luz roja obligaba a suspender la cuenta atrás a cuatro minutos del despegue. Por seguridad, los técnicos optaban por retrasar cuarenta minutos la misión, hasta volver a comprobar que todo estaba en orden. Finalmente, una vez solventados los contratiempos, el avión IXV, Vehículo Experimental Intermedio por sus siglas en ingles, ha despegado a bordo de un lanzador europeo Vega.
«Es el vehículo más avanzado que existe en el mundo para este tipo de misiones, ha explicado José Longo, responsable de Análisis Aerotermodinámico y Propulsión de la ESA. Pesa dos toneladas y mide cinco metros de largo, «similar a un coche deportivo mediano», y a pesar de no tener alas y asemejarse a una cápsula espacial, tiene una capacidad de maniobra similar a un transbordador.
Según el plan de vuelo previsto, el cohete Vega ha acompañado al IXV hasta alcanzar una altura de 348 kilómetros, momento en el cual el módulo se ha separado del lanzador. Después el avión ha continuado su ascenso hasta alcanzar los 413 kilómetros. «Queríamos simular un viaje desde la Estación Espacial Internacional», ha explicado Longo. Una vez alcanzado ese punto ha comenzado el proceso de regreso a la Tierra.
Uno de los momentos más críticos de la misión se producía pasadas las tres y media de la tarde, hora de Madrid, cuando el vehículo entraba en contacto con la atmósfera. Lo hacía a más de 120 kilómetros de distancia, y a una velocidad de 7,5 km/s, simulando las condiciones a las que estaría sometida cualquier nave que regresara a la Tierra. En ese momento se ha producido lo que los expertos llaman el black out: «Debido al rozamiento se alcanzan temperaturas superiores a los 1.700 grados centígrados y la alta temperatura hace que se pierda la conexión con la nave hasta que vuelva a enfriarse», explicaba Javier Ventura-Traveset, portavoz de la ESA en España.
Tras casi 20 minutos sin comunicación con el IXV, el público respondía con un aplauso cuando el centro de control de Turín, en Italia, anunciaba que había recibido la señal de apertura del sistema de paracaídas. De esta manera se ha conseguido frenar su descenso, y tras varios minutos planeando, ha amerizado, según lo previsto, al Oeste de las Islas Galápagos, en el Océano Pacífico. Allí un barco esperaba su llegada, y una vez recuperado se ha trasladado al centro tecnológico de la ESA en Holanda para analizarlo.
Una tecnología fundamental
No es la primera vez que Europa ensaya misiones de regreso del espacio, una técnica de sobra dominada por otras potencias espaciales como Rusia o Estados Unidos. Lo intentó en los años ochenta con el programa Hermes, que nunca llegó a despegar y terminó por suspenderse en 1992. «Aunque Europa cuenta con una experiencia sólida y consolidada en lanzamientos orbitales, hasta ahora no había iniciado ninguna misión de recuperación de vehículos íntegros», ha recordado José Longo.
Durante los 100 minutos que ha durado el vuelo, más de 300 sensores han permitido recoger una gran cantidad de datos. Los resultados, que podrían conocerse en unas seis semanas, serán de gran utilidad para misiones futuras como el envío de naves tripuladas al espacio, la reparación de satélites o misiones para traer a la Tierra muestras recogidas en otros planetas. «Dominar la técnica de reentrada en la atmósfera es fundamental para culminar cualquiera de ellas con éxito», aseguran desde la ESA.
La misión, cuyo diseño comenzó en el año 2006, ha costado 150 millones de euros y en ella han participado 40 empresas e instituciones, entre ellas cinco españolas. «España es una potencia y ha tenido una participación importantísima y de gran responsabilidad», ha recalcado Diego Rodríguez, director de Espacio de SENER, encargados del diseño del sistema de guiado, navegación y control. Mariella Graziano, directora de Segmento Espacio-Aerospace de GMV, otra de las empresas que han participado en el proyecto, recordaba que muchos objetos cotidianos como el tóner o el velcro tienen su origen en misiones espaciales y que «los datos se reutilizarán y servirán para misiones futuras».
En el lanzamiento del IXV han participado Italia, Francia, España, Suiza Bélgica, Irlanda y Portugal. «Es la culminación de más de diez años de trabajo», reconocía Diego Rodríguez, director de Sistemas de Vuelo de la compañía Elecnor Deimos.