Tres días de violencia racista en la localidad italiana de Rosarno ha terminado con la evacuación de la ciudad de los inmigrantes, procedentes de África subsahariana en su mayoría, incluso los que tenían permiso de residencia se han marchado.
Los lugares en los que se refugiaban han sido demolidos, un edificio en el que vivían en condiciones infrahumanas, una antigua fábrica en la localidad de Bosco y varios barracones.
Para el ministro del Interior, Roberto Maroni, la operación policial «ha resuelto brillantemente el problema de orden público», atribuyó los disturbios a «años de tolerancia mal entendida»· Mientras la oposición ha definido la evacuación como «limpieza étnica». Incluso el Papa Benedicto XVI ha hecho en el Ángelus semanal un llamamiento a la tolerancia y ha recordado que un inmigrante es «un ser humano, diferente en origen, cultura y tradición, pero una persona con derechos y obligaciones que deben ser respetados».
Los disturbios comenzaron con un ataque con pistolas de aire comprimido a un grupo de inmigrantes, el resultado fue de dos heridos leves. Después comenzaron los altercados con decenas de escaparates rotos, coches dañados, contenedores volcados y accesos a la ciudad cortados por los inmigrantes.
En esta zona del sur de Italia trabajan unos 1.500 inmigrantes ilegales con horarios de esclavitud y salarios de miseria. Según algunas organizaciones humanitarias detrás de esta explotación está la mafia, que en esta zona se llama Ndrangueta. La policía ha descartado que los autores de los disparos que desencadenaron los hechos siguieran órdenes de la mafia. europress