Tan solo dos meses después de haber asumido el cargo, el gobierno socialdemócrata sueco presentó su dimisión el 3 de diciembre, luego de que el xenófobo y ultraderechista partido Demócratas de Suecia se alineara con la alianza opositora de centroderecha, dando paso a que en marzo próximo se celebren elecciones anticipadas.
En Europa, Suecia siempre fue un símbolo de civismo y democracia. Un lugar donde las personas que huyen de las dictaduras o del hambre encontraban refugio, un país sin corrupción, donde la justicia social era un valor nacional. Sin embargo, en breve tiempo, el partido Demócratas de Suecia, que quiere cerrar el país a los extranjeros y se ha convertido en la tercera fuerza del parlamento, ha sido capaz de derrocar al gobierno.
Existen partidos similares en otros países nórdicos -Dinamarca, Finlandia y Noruega- que también han logrado asumir un rol decisivo en la política nacional. El mito de Europa del Norte, la moderna y progresista Europa nórdica, se está desvaneciendo.
Unos días más tarde, en la ciudad alemana de Dresde, miles de manifestantes marcharon bajo la consigna «Wir sind das Volk» (»Nosotros somos el pueblo»), el mismo lema utilizado hace 25 años en las protestas contra el régimen comunista de la entonces República Democrática de Alemania.
Sin embargo, esta vez la protesta era contra los inmigrantes.
Lutz Bachmann, un activista de 41 años hasta hace poco desconocido, fundó el movimiento Patriotas Europeos Contra la Islamización de Occidente. En siete semanas logró reunir a miles de personas.El periódico local Sachsische Zeitung, informó de que Bachman había sido condenado varias veces por robo, delitos relacionados con la cocaína y por conducir sin licencia o en estado de embriaguez.
Estos detalles fueron irrelevantes para los manifestantes. Ellos temen «perder su país» exigen «la protección de la Patria» y aplauden el llamamiento de Bachmann a favor de una «Alemania limpia y pura».
En el estado de Sajonia, los inmigrantes representan el dos por ciento de la población y los musulmanes son solo una pequeña fracción. Sin embargo, el anuncio de que se preparaban servicios para acoger unos 2.000 refugiados de Siria, actuó de detonante en Dresde, su capital de 530.000 habitantes. En las últimas elecciones legislativas estatales, el nuevo partido populista Alternativa para Alemania, obtuvo casi el 10 por ciento de los votos.
Un miedo irracional similar cunde en muchos países europeos.
Italia, por ejemplo, ahora tiene dos grandes partidos con perfil xenófobo: la Liga del Norte y el Movimiento Cinco Estrellas. En conjunto representan alrededor del 35 por ciento de los votos. Otro partido importante, Fuerza Italia, liderado por el ex primer ministro Silvio Berlusconi, coquetea con una política antieuropea. En mayor o menor medida, los tres propugnan abiertamente la salida del euro.
En 2013 nacieron sólo 514.308 niños en Italia, incluyendo los de los inmigrantes, 20.000 menos que el año anterior. Entre 2001 y 2011, según el Instituto Nacional de Estadística, el número de familias de una sola persona aumentó en un 41,3 por ciento, mientras que aquellas con hijos disminuyeron un cinco por ciento. De las familias con hijos, el 47,5 por ciento tenía solo uno, el 41,9 por ciento dos y solo el 10,6 por ciento tres o más.
Como es convencionalmente aceptado, la tasa de reemplazo demográfico es de 2,1, Esto significa que la población italiana, como en toda Europa, se encuentra en brusco descenso. Esta declinación social está ocurriendo a diferentes velocidades y en diferentes proporciones en toda Europa, y es paralela a un aumento sin precedentes de la desigualdad social.
Dos economistas franceses, François Bourguignon y Christian Morrisson, publicaron en 2002 un estudio sobre la desigualdad en el mundo desde el siglo XIX, aplicando el coeficiente de desigualdad de Gini, donde la perfecta igualdad es igual a cero y uno lo opuesto.
En 1820, el índice de Gini (el coeficiente multiplicado por 100) se situó en 50, para subir a 60 en 1910, a 64 en 1950, a 66 en 1992 y a 70 diez años después. Hoy la relación entre el salario mínimo y el salario superior es simple: el individuo de salario bajo tiene que trabajar 80 años para ganar lo que cobra uno de gran sueldo en un año.
Para algunos sociólogos, el «ponerse al día» es una razón subyacente de la corrupción. No es casual que en el Sur de Europa haya mucha más corrupción que en el Norte.
En el lapso de pocos meses, el ex primer ministro de Portugal, José Sócrates, fue arrestado por corrupción, el expresidente Nicolas Sarkozy ha vuelto a la política en Francia para tratar de escapar a varias denuncias de irregularidades, y los españoles han sido sacudidos por la revelación de cadenas gigantes de corrupción, cuya investigación el gobierno está tratando de obstaculizar cambiando al juez que la realiza.
Entretanto, los romanos han sido sorprendidos por el descubrimiento de una organización criminal que ha estado controlando el Ayuntamiento y la administración, mientras que los milaneses viven algo similar al saber que personas condenadas por corrupción vuelven a la actividad, haciendo más de lo mismo en obras públicas para la Exposición Internacional del próximo año.
No es de extrañar que, como en todas las crisis, en un clima de miedo e incertidumbre, se vuelva a recurrir al chivo expiatorio de la inmigración.
El hecho de que sin los inmigrantes Europa se detendría y sería incapaz de competir a nivel internacional, no es un tema oportuno para los políticos en una campaña electoral. Por el contrario, ellos están agitando la bandera de la defensa de Europa ante el flujo de inmigrantes.
Todo esto demuestra que Europa ha perdido la brújula y no hay indicio alguno de que pueda recuperarla rápidamente.
¿Quién va a dar una respuesta a la angustia de Europa, cuando los que ocupan el poder escapan de la realidad y buscan chivos expiatorios?