Hablamos en Madrid con Jean-Pierre Chevenement, senador y enviado especial para Rusia del gobierno francés.
Era una de las imágenes más esperadas: el presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo ucraniano, Petró Poroshenko, se reunían por primera vez en el marco del 70 aniversario del desembarco de Normandía. Un gesto que permite al menos romper el hielo e iniciar un diálogo para buscar una posible salida al conflicto en Ucrania.
El encargado de negociar los detalles de la asistencia de Putin y de sentar las bases para un encuentro fructífero con Poroshenko, fue el enviado especial para Rusia del Gobierno francés, Jean-Pierre Chevènement, todo un veterano de la política gala (varias veces ministro, parlamentario, alcalde y ahora senador por el territorio de Belfort) quien, como Hollande, confía en que «haya un alto el fuego en las próximas semanas y se llegue a una 'entente' en la cuestión del gas.»
Pese a que la reunión duró apenas 15 minutos, el acercamiento entre Kiev y Moscú constituía un pequeño éxito para François Hollande, anfitrión e impulsor del encuentro. Sin embargo, quien acabó apareciendo en la fotografía junto a los presidentes ruso y ucraniano fue Angela Merkel, por lo que algunos medios internacionales le apuntaron a la canciller alemana el 'tanto' diplomático.
Chevènement quita importancia al asunto: «No hay que leerlo todo en clave de enfrentamiento entre Francia y Alemania que, en este caso no existe». Explica que se trató de pura «ventaja lingüística» dado que Merkel habla ruso, a diferencia del presidente francés. Añade que él mismo propuso sumar a la canciller a las conversaciones «para que no fuese una cuestión franco-rusa, sino que se ampliara el círculo de familia para dar la imagen de una política europea.»
Y es que, considera el senador, la crisis de Ucrania «debe servir de advertencia» a los países europeos, que deben prestar más atención a lo que sucede al este de sus fronteras. «La política europea no puede acabar en Polonia y los países Bálticos. (...) Si se quiere asegurar un equilibrio de seguridad estable, creo que Europa tiene que buscar una forma de asociación avanzada con el conjunto de países de la antigua Unión Soviética, que son la prolongación natural de Europa. No debemos concebir Europa sin esas naciones.» Especialmente importante es, dice, la relación con Moscú, evitando repetir patrones de la Guerra Fría. «Europa tiene que construirse con Rusia, no contra Rusia», señala.
El futuro de Europa en el mundo
Esta idea enlaza con el planteamiento que Chevènement realiza en su último libro '1914-2014: L'Europe sortie de l'Histoire?' ('1914-2014: ¿Europa fuera de la Historia?'). «El siglo XXI estará dominado por Estados Unidos y China, de eso no hay duda», asegura, «el problema que se plantea es si Europa va a existir por sí misma, si tendremos una 'Europa europea', como decía el general De Gaulle, o si tendremos países más o menos vasallos.» Así, el senador propone recuperar el ideal gaullista de una Europa 'del Atlántico a los Urales' en servicio del diálogo cultural y la paz para que el continente recupere su posición en el mundo.
Un objetivo difícil en el actual panorama económico. «Es evidente que ni España, ni Francia, ni siquiera Alemania, están a su auténtico potencial de crecimiento, que está entorno al 2% anual», señala el senador. «Por tanto, creo que tenemos que pensar en una Europa del crecimiento. Por eso propongo reinterpretar el Tratado de Maastrich para evitar devaluaciones internas salvajes, que se traducen en unos altísimos niveles de paro en España, Grecia o Portugal, que evidentemente son insoportables.»
Chevènement marca una línea roja: «Europa debe defender su modelo social... Modernizarlo, sí, pero mantener derechos esenciales como la educación o la sanidad universales» que han sido referencia en buena parte del mundo.