Van Rompuy dice estar convencido de que el pacto fiscal y los cortafuegos acordados por la eurozona servirán para superar las actuales dificultades. «No hay una solución milagrosa, en absoluto. La confianza que se ha perdido sólo puede restaurarse paso a paso. La crisis de confianza ha sido demasiado profunda para que haya un cambio de la noche a la mañana».
El presidente permanente del Consejo Europeo es optimista porque cree que se están sentando las bases para que no se repitan crisis como la actual y rechaza la evaluación que han hecho los mercados porque , dice, no se les puede considerar parte de la crisis y además valorar su reacción sobre los acuerdos políticos adoptados por la UE.
Varios grupos parlamentarios han pedido más participación del Banco Central Europeo en la compra de deuda, pero Van Rompuy ha repetido que el BCE no es instrumento de solidaridad, sino de estabilidad y de control de la inflación.
También ha habido muchas dudas de los eurodiputados sobre cómo se compatibilizará el papel de las instituciones europeas con el tratado intergubernamental que se firmará a comienzos del año que viene.
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, ha asegurado que Bruselas no aceptará ningún acuerdo que vaya en contra de las normas comunitarias. Dice estar convencido de que el nuevo pacto fiscal «no sustituirá a las instituciones europeas ni los procedimientos, sino que se construirá sobre ellos».
No ha aclarado cómo el nuevo acuerdo reforzará la disciplina presupuestaria, porque afirma que la Comisión seguirá evaluando y, en su caso, sancionando a los países incumplidores, de acuerdo a las normas comunitarias aprobadas en el llamado Six Pack. «No habrá otras estructuras paralelas o que compitan con éstas», ha dicho Barroso.
La exclusión de Reino Unido del pacto europeo ha provocado críticas del Parlamento, cuyos grupos mayoritarios acusan a Londres de falta de solidaridad. El líder del PPE, Joseph Daul, habla de egoísmo y el jefe de los socialistas europeos, Martin Schulz, dice que «Cameron sólo protege los intereses de los especuladores y los ricos, quiere convertir al Reino Unido en las Islas Caimán».
A pesar de la negativa británica, el presidente Van Rompuy confía en poder trabajar con el gobierno de Londres en la elaboración del nuevo tratado y dice que «a través de las instituciones europeas se pueden evitar divisiones, directorios o derivas que sean negativas para la Unión».