Como cabía esperar, la estrella del encuentro ha sido Lewandowski, el delantero del Borussia Dortmund, autor del único gol para Polonia en el minuto 17, en una jugada que dejó clara su maestría para llegar a la portería del griego Chalkias, que cometió un error al intentar despejar el remate de cabeza del polaco.
El 1-0 justificaba hasta entonces el buen hacer del conjunto polaco para delirio de su afición que abarrotaba el estadio nacional de Varsovia y que se frotó las manos cuando el árbitro español, Velasco Carballo, expulsó por doble cartulina amarilla al griego Papastathopoulos en el minuto 43.
En la segunda parte, la selección griega salió dispuesta a superar las adversidades y remontar un partido que se resistía. La suerte acompañó y en el primer disparo a puerta del equipo, Salpindingis, que acababa de salir al terreno de juego, conseguía el empate.
A partir de ahí, la presión de los polacos y la inferioridad numérica de los griegos llevó el juego a tierra de nadie, pero inesperadamente se presentó el gran momento del partido: el árbitro pitó un penalti contra Polonia y expulsó a su portero Szczesny por derribar a Salpingidis cuando se encontraba solo ante la portería polaca. La tensión del momento se resolvió rápido, porque el joven Tyton, sustituto del guardameta titular, detuvo el lanzamiento de Karagounis desde el punto de penalti.
Para entonces, los nervios polacos y la desorientación griega poco podían dar de sí. Velasco Carballo anuló un gol a Grecia por fuera de juego de Salpindingidis y el partido transcurrió hasta el final con los jugadores de ambas selecciones dando poco brillo.
El resultado deja la botella medio llena o medio vacía pero enseña a una Polonia menos ambiciosa de lo que se adivinaba como anfitriona y a una Grecia más satisfecha de lo que esperaba. La Eurocopa ha arrancado.