David venció a Goliat, Grecia apeó de la Eurocopa a una de las favoritas, a una de las grandes: Rusia. Seguramente muchos seguidores del fútbol estaban hoy con Grecia, el país al que nadie -excepto los griegos- quieren pertenecer. Hundida en plena crisis económica, política y social hoy ha demostrado que es un ave fénix, que resurge de sus cenizas y que muchas veces el fútbol -considerado por sus detractores como el opio de los pueblos- da alegrías cuando todo va mal.
Grecia inició el fin de semana con dos grandes incógnitas: saber si pasaría a la segunda ronda de la Eurocopa y quién será el vencedor de las elecciones legislativas del domingo. De momento ha pasado la primera prueba y se ha clasificado para cuartos. Todavía queda unas horas para despejar la segunda pregunta, que sin duda es algo mucho más importante que un resultado de fútbol. Este sábado en el Estadio Nacional de Varsovia, la selección griega cumplió.
En cuanto a la crónica del partido, el seleccionador heleno, Fernando Santos, ha planteado el partido de una forma clara: que Rusia no se moviera libremente por el campo y esperar que sus jugadores crearan ocasiones. El equipo ruso se clasificaba con un empate, incluso se podía permitir el lujo de perder por menos de seis goles, si empataban Chequia y Polonia. Grecia sólo tenía una posibilidad, ganar... y eso ha hecho. Por la mínima, pero lo ha conseguido. Empezó el encuentro obligando a trabajar al guardameta ruso, Vyacheslav Malafeev, en dos ocasiones, pero los rusos poco a poco se han hecho con el control del balón aunque sin poner en apuros la portería defendida por Michalis Sifakis. Como en los grandes dramas, en el último instante aparece un rayo de esperanza. En Varsovia corría el minuto 45, cuando el veterano centrocampista Karagounis, mandaba el balón al fondo de la red. Grecia empezaba a creer en los milagros.
Como era de esperar, tras el descanso Rusia se volcó sobre el campo griego, pero otro Samaras, no el político sino el delantero, ponía la cabeza sobre el campo, apoyado por una eficiente defensa que obligaba a los rusos a buscar alternativas desde fuera del área helena. Denísov estuvo a punto de empatar desde lejos, pero su tiro salió desviado. Grecia se defendía con uñas y dientes y aun tuvo una oportunidad en un tiro de Tzavelas, que estrelló el balón en la madera. Ahí Rusia supo que quizá debía empezar a hacer las maletas.
En plena jornada de reflexión electoral, el triunfo de Grecia puede servir de revulsivo político, pero habrá que esperar. La pena es que a los mercados no les gusta el fútbol.