Durante la pasada cumbre del G8, Hollande señaló que entre sus propuestas para impulsar el crecimiento en Europa «estarán los eurobonos y no estaré solo en proponerlos». La idea llega en un momento especialmente delicado para los países periféricos de la eurozona, ahora especialmente España e Italia, que sufren el ataque impasible de los mercados contra sus deudas soberanas y han hecho que se disparen las primas de riesgo hasta niveles peligrosos.
La crisis de deuda de la eurozona ha entrado en una espiral en la que ya no tienen efecto las medidas de reducción del déficit ni las reformas estructurales que aprueban los Estados para garantizar una supuesta estabilidad financiera. Con un Banco Central Europeo firme en su ortodoxia, cuando quiere, de no salirse de las funciones que le asignan los tratados europeos y, por tanto, no seguir con las compras de deuda soberana de los países más vulnerables, los eurobonos reaparecen como solución, aunque a medio plazo.
La emisión de títulos de deuda respaldados por todos los países de la eurozona daría el aval necesario a las economías peor situadas para colocar deuda a intereses asumibles. Garantías comunes, pero también riesgo crediticio. La consecuencia es que los países triple A entonces pagarían más de lo que pagan ahora con la emisión de deuda nacional.
El principal perdedor sería Alemania, cuyo bono a 10 años sirve de referencia para fijar las primas de riesgo en la eurozona. Finlandia, Holanda, Austria o Luxemburgo, incluso Francia, también pagarían más por pedir prestado a los mercados. Con los eurobonos desaparecían las primas de riesgo, tal como las conocemos ahora, y el mercado de deuda sería de unos ocho billones de euros, según cálculos de los expertos. El argumento confesable desde Berlín para oponerse es que los países en dificultades relajarían su disciplina fiscal, al dejar de tener la presión de los mercados para financiarse. «Momento inoportuno», dijo la canciller Angela Merkel.
Eurobonos, para todos los gustos
Desde las instituciones europeas se vienen defendiendo los eurobonos desde hace meses. La Comisión, el Parlamento Europeo y el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, los han presentado como una de las fórmulas eficaces para dejar atrás la crisis de deuda. Incluso el siempre criticado presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, presentó una propuesta formal el pasado noviembre, en la que daba tres opciones posibles de implantar los eurobonos, con mayor o menor implicación de los Estados.
Uno de los problemas administrativos y políticos que presenta la emisión de deuda conjunta en la eurozona es la posibilidad de que tuviera que reformarse el Tratado de Lisboa, que no contempla nada parecido. Pero Barroso también propuso una fórmula para evitar ese escollo, con un sistema de garantías diferentes, sin que todos los Estados compartan el riesgo.
Nadie hizo mucho caso de la propuesta en su momento, pero ahora al reavivarse el debate, Bruselas reivindica su actuación previa, a la vez que recuerda que la implantación de eurobonos tendría un requisito previo y es que requiere «una coordinación más estrecha de las políticas fiscales y avanzar hacia una unión fiscal», como ha recordado el portavoz de Asuntos Económicos, Amadeu Altafaj.
Este lunes, en Berlín, el ministro francés de Finanzas, Pierre Moscovici, se estrenaba en un tête-à-tête con su colega alemán, el poderoso Wolfgang Schäuble, y reiteraba que la cumbre del crecimiento solo tendrá sentido si se abordan todos los problemas pendientes, entre los que están los eurobonos. «Una idea muy importante», según Moscovici, que Schäuble no recogió, prefirió salir por la tangente de la retórica: «El eje franco-alemán no es todo en Europa, pero sin un entendimiento entre Berlín y París es difícil sacar a Europa adelante»