Hace 70 años, cuando el mundo era otro y las decenas de problemas geopolíticos se concentraban en la Segunda Guerra Mundial, tres antecesores de Cameron, Obama y Putin se reunieron para finiquitar el segundo conflicto internacional del siglo, pero abrieron uno nuevo: la Guerra Fría.
Nuevos testimonio e investigaciones se unen a la condena a los años más negros del régimen soviético. En 1937, vigésimo aniversario de la revolución, la Unión Soviética era, como el título de una de sus revistas más divulgadas (URSS en construcción), un país en construcción. Moscú era una ciudad tomada por las grúas y los andamios, desperdigados en decenas de grandes obras, desde el metro a las nuevas fábricas, del Canal a los grandes rascacielos y los nuevos edificios oficiales.
28 años marcando distancias, separando mundos y economías, desestructurando familias. Y 25 años ya del fin de los telones, del cada uno para su lado, del aislamiento. El 9 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín, un desmoronamiento que puso fin al conflicto latente que asoló a la humanidad desde el fin de la llamada Segunda Guerra Mundial, una demolición que abrió una nueva etapa histórica aún por desentrañar. Aquel desplome fue auspiciado por un papel, por un visado.