El de Juan Goytisolo ha sido, posiblemente, uno de los discursos más breves que se recuerdan en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares. Una alocución «a la llana y sin rodeos», como corresponde a un premio Cervantes poco amigo de los reconocimientos sociales, que a su llegada al acto reconocía un tanto abrumado, sentirse «como cuando Bárcenas llega al juzgado».
Recibía la noticia en su casa de Marrakech, donde lleva viviendo más de una década, apenas unos minutos después de que el ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, pronunciara su nombre en una rueda de prensa en Madrid. Autor de títulos como Señas de identidad o Campos de Nájera, su obra ya se vio reconocida en 2008 con el Premio Nacional de las Letras.
A lo largo de los años cincuenta sucedieron en la literatura española acontecimientos significativos que permiten establecer los límites de una nueva situación de nuestra narrativa. En 1951 se había publicado «La colmena» de Camilo José Cela (aunque no en España, a causa de la censura) y en 1954 aparecen, simultáneamente, «El fulgor y la sangre» de Ignacio Aldecoa, «Los bravos», de Jesús Fernández Santos, «Pequeño teatro» de Ana María Matute y «Juegos de manos», de Juan Goytisolo.
El Cervantes premia la obra de Juan Goytisolo