La vida ha cambiado para Felipe VI, que tras su proclamación se ha convertido en Jefe de Estado. Pero el nuevo ciclo también será diferente para don Juan Carlos y doña Sofía, que pierden parte de su estatus. España ha optado por una fórmula similar a la de Bélgica, donde los antiguos reyes mantienen su tratamiento, pero verán reducidos parte de sus privilegios.
Felipe VI, moderno y discreto, tiene dos grandes desafios: convencer a los ciudadanos de un país (donde el apoyo popular a la monarquía vive sus momentos más bajos desde 1975 tras varios escándalos relacionados con su família), y la unidad nacional. Es lo que destacan los medios extranjeros del nuevo rey de España. También la ausencia de su antecesor, el rey Juan Carlos I, al que consideran el gran ausente. Felipe VI ha recibido el apoyo y las felicitaciones de los líderes mundiales.
Aunque soy muy consciente de que el tópico es un lugar común y, por ello, en muchas ocasiones pierde significado, pero no por muy repetido que éste sea deja de ser cierto: el mejor Embajador de España ha sido el Rey Juan Carlos I. Desde su posición de Jefe del Estado, y con gran intuición, destreza y habilidades de buen negociador, consiguió desmantelar el aislamiento al que España fue sometida durante décadas.
Por Joaquín Roy
Miami, (IPS) - Sin apenas discusión, la abdicación del monarca español es la noticia más espectacular del nuevo siglo, e incluso del largo periodo de la renacida democracia española. La novedad de la decisión tomada es al mismo tiempo, y paradójicamente, un atisbo a la normalidad y la estabilidad.El anuncio del rey Juan Carlos I de abdicar el trono ha dividido a la sociedad española entre los monárquicos y los defensores de la III República. En Madrid, la puerta del Sol volvió a convertirse en el centro de las protestas. Mientras los partidos políticos ultiman los detalles para la sucesión y la entronización del Príncipe de Asturias que ocupará el trono como Felipe VI.
Mª Ángeles Fernández y J. Marcos
El rey abdica. ¿Y ahora qué? Después de 39 años de reinado de Juan Carlos I no se ha desarrollado ninguna ley al respecto. Aunque sea por necesidad, es el momento. Todos parecen tenerlo claro, pero sobre el tablero político las múltiples y variadas respuestas ponen en cuestión la seguridad de un proceso que, tras los resultados de las Elecciones Europeas, se promete movido. La «absoluta normalidad» que destaca el Gobierno contrasta con las decenas de manifestaciones convocadas.