Joseph Chamie, Barry Mirkin
Cada vez más gobiernos quieren aumentar las tasas de natalidad de sus países, preocupados por las consecuencias del declive demográfico y el envejecimiento de la población, sobre todo con respecto al crecimiento económico, la defensa nacional y las pensiones y la atención sanitaria de sus adultos mayores.Las mujeres tienen menos de dos hijos de media en 83 países, casi la mitad de la población mundial. Y en algunos otros como Alemania, Italia, Japón, Polonia, Singapur, Corea del Sur o España, la fecundidad se acerca a un hijo por mujer, lo que está por debajo del nivel de reemplazo.
El Instituto para la Investigación Económica IFO ha publicado recientemente un informe sobre las proyecciones demográficas en Alemania, que confirma que su población está disminuyendo rápidamente. Alemania ha perdido 1,5 millones de habitantes desde el último censo de 2011 y se estima que descenderá de 82,5 millones en 2003 a 66 millones en 2060, cuando Gran Bretaña (si aún existirá como tal), será el país más poblado en la Unión Europea.
Un estudio que ha examinado 17 millones de mutaciones en los genomas de 650 pacientes de cáncer concluye que las principales diferencias entre las tasas de mutación a lo largo del genoma humano están causadas por la maquinaria de reparación del ADN. El 'corrector ortográfico del ADN' se centra principalmente en las partes más importantes de los cromosomas, las que contienen genes clave realmente esenciales.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha evaluado la calidad del acceso a la atención médica en los 28 países miembros de la Unión Europea. El acceso a la medicina básica se mantiene pese a los recortes, que afectan sobre todo a los llamados PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España). El caso español es único pues el Estado con mayor esperanza de vida y al mismo tiempo con la menor tasa de fertilidad.
La eternamente joven América Latina también está envejeciendo, debido al aumento de la esperanza de vida y a la caída de nacimientos. Una revolución demográfica que coloca ante nuevos desafíos a una región que da pasos tambaleantes para dejar de ser la más desigual del mundo.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sostiene que la entrada de inmigración supone un impacto fiscal positivo en los países receptores. Así lo acaba de subrayar su secretario general, Ángel Gurría, con datos referidos a la «práctica totalidad» de los Estados examinados, entre ellos el Reino Unido, que acapara estos días las portadas con el plan de su primer ministro para desincentivar la inmigración europea.