La derecha manda en Europa. Los partidos conservadores y liberales, solos o en coalición, forman la gran mayoría de los gobiernos de la UE. La cuna de la socialdemocracia e inventora del Estado del bienestar se acoge a posiciones que considera menos arriesgadas en tiempos de crisis. La Europa de Willy Brand, Olof Palme, François Mitterrand, Jacques Delors o Felipe González es hoy otra muy distinta.
El centro-derecha ha ido salvando los muebles en el norte de Europa desde que estalló la burbuja hace tres años y ha ido sirviendo de ejemplo de cómo sortear los tiempos difíciles. Una gestión pragmática más que ideológica de la economía ha dado resultados aceptables.
Los gobiernos socialistas del sur, por el contrario, han reaccionado tarde a la crisis y han mantenido hasta cuando han podido, y ya no había vuelta atrás, unas políticas de resistencia a los recortes sociales que parecían inevitables a los ojos de Bruselas y de los mercados. Cuando los han puesto en marcha, el desgaste ha sido catastrófico.
Grecia ha sido el paradigma de la mala gestión. El gobierno socialista de Yorgos Papandreu heredó ya unas cuentas en la cuerda floja del anterior gobierno conservador de Nueva Democracia, con el agravante de haberlas falseado ante Bruselas. Hacía falta una reacción rápida que los nuevos gobernantes no tuvieron el coraje de afrontar y la crisis se echó encima del PASOK antes de que pudiera poner en marcha políticas propias. La presión de la calle contra los recortes sociales frenó más de la cuenta a Papandreu para hacer los deberes.
El rescate y posterior incumplimiento de sus compromisos con la UE y el FMI provocó la imagen generalizada de gobiernos socialistas derrochadores del sur que tenían que ponerse en los brazos de la Europa del norte y reclamar su dinero para salvarse de la quiebra. El partido que llegó al gobierno de Atenas gracias a una mayoría electoral ha sido sustituido por un tecnócrata, a tiempo parcial, con la misión de dar una imagen de seriedad a los mercados y de cumplimiento de objetivos de ajuste pactados con Bruselas, para poder tener dinero europeo y pagar a sus funcionarios y pensionistas el mes que viene.
El Partido Socialista Portugués lo intentó sin resultados. El primer ministro, José Socrates, siguió el dictado de la UE y se encontró con una oposición conservadora que boicoteó sus planes de ajuste para hundirle en unas elecciones anticipadas y después tenerlos que aplicar con más dureza aún. El conservador Partido Socialdemócrata gestiona ahora un país rescatado por Europa a cambio de durísimos programas de austeridad.
En España, una torpe gestión de la crisis acaba con un Zapatero que prometió que nunca haría recortes sociales. Tuvo que hacerlos cuando la necesidad se imponía y ya eran insuficientes para unos mercados financieros que siempre exigen más. La tardanza en reconocer la crisis y en poner en marcha las reformas que la Unión Europea venía pidiendo han pasado factura al PSOE en las urnas de una forma dramática. Deja el país con una tasa de paro que duplica la media europea y unas finanzas al borde del rescate de la UE.
La marea azul invade el continente país a país, con unas instituciones europeas comandadas por líderes conservadores y un Parlamento Europeo donde el centro-derecha tiene más de cuatrocientos diputados, mientras socialistas, verdes e izquierdistas suman 274.
Las causas del fracaso socialdemócrata en Europa se prestan a distintas interpretaciones. Mientras para unos solo es consecuencia de sus propios errores, para otros, es la repercusión de una crisis provocada por un sistema financiero dirigido por la derecha y ante el que no se puede responder si no es con sus propias normas.
Los conservadores tienen ya todo el poder en Europa para dar la respuesta a los mercados, resolver la crisis de deuda y llegar a la cuadratura del círculo reactivando el crecimiento económico y el empleo con drásticos programas de ajustes presupuestarios.