La reunión de este lunes se planteaba con un examen a las cuentas españolas y a sus compromisos con Bruselas. En público, todos alaban los programas de recortes y reformas puestos en marcha por Rajoy. En privado, hay serias dudas de que España pueda reducir el déficit público según lo previsto. Tendrán que hacer equilibrios en la redacción del comunicado final.
Pero el ministro español de Economía, Luis de Guindos, ha sacado pecho en Luxemburgo. Antes de presentar el proyecto de presupuestos para 2013 y el cumplimiento de las recomendaciones de la Comisión Europea, decía que «España tiene que hacer su parte y lo va a hacer», para, a continuación, devolver la pelota a sus socios comunitarios y añadir que también hay que «avanzar en la eliminación de todas las dudas que existen sobre el euro... Mientras existan dudas es difícil que exista una recuperación de España».
En Luxemburgo, De Guindos conseguía declaraciones tranquilizadoras sobre la economía española de sus colegas comunitarios. De primer orden, la confianza del ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, en la actuación del gobierno español. «España no necesita un programa de ayuda. España está haciendo todo lo necesario en materia de política fiscal y reformas estructurales... Pero España no necesita ningún programa de ayuda. Eso es lo que el Gobierno español está repitiendo una y otra vez», ha subrayado el ministro.
En la misma línea se ha pronunciado el ministro luxemburgués, Luc Frieden: «España no necesita ninguna ayuda en este momento». Y el presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, señalaba que la pelota está en el tejado de Madrid y no quiere inmiscuirse: «No me corresponde a mi ni tampoco a nosotros en tanto que miembros del Eurogrupo aconsejar al Gobierno español sobre si presentar una solicitud o no hacerlo. Es una decisión que debe verse como una decisión gubernamental español».
En esta reunión, el Eurogrupo ha puesto en marcha definitivamente el fondo de rescate permanente de la eurozona, el Mecanismo de Estabilidad Financiera (MEDE), para prestar dinero a los países de la moneda única en dificultades y sanear, en el futuro, directamente a la banca.
