Según un informe promovido por Ecologistas en Acción, «Las cuentas ecológicas del transporte», desde el año 2000 hasta 2010 el Estado español ha incrementado en 5.500 km su red de autovías y autopistas, en torno a 552 km anuales. España lidera el ranking de kilómetros de carreteras de gran capacidad con 14.554 km, muy por encima de países de la UE con mayor dimensión geográfica como Alemania con 12.845 km o Francia con 11.412km.
En la presentación del informe, Alfonso Sanz, coautor del estudio, ha asegurado que «se está viviendo una burbuja de infraestructuras» como ya ocurriera con la burbuja inmobiliaria. «El problema es que la inmobiliaria ya estalló» y la de infraestructuras sigue su camino ya que el Ministerio de Fomento tiene pensado «construir todavía más». Otro de los problemas que crea este exceso de infraestructuras es que «hace ineficiente el modelo de transportes», debido a que muchas de estas autovías y redes de alta velocidad ferroviaria, no tiene un tráfico rentable.
Esto supone que «una autovía con un tráfico menor de 3000 coches al día es un disparate, una inversión no justificada» ya que cada usuario está realizando un gasto energético muy por encima del permitido. El origen de este despilfarro está en que en tiempos de crisis, los Gobiernos han apostado por invertir en la construcción de estas redes que se suponía tendría un retorno sobre la economía, pero no se dieron cuenta de que estaban aumentando de manera injustificada unas vías que apenas tendrían uso.
De manera directa tanto la burbuja inmobiliaria como la de infraestructuras se alimentaban recíprocamente. En muchos casos «no se construía una urbanización si no pasaba una autovía cerca, afirma Sanz, aunque también se construían dichas redes para comunicar los nuevos núcleos con las grandes ciudades.
El estudio también revela que a pesar de que los ciudadanos tienen una mayor concienciación con el medio ambiente, el medio de transporte más utilizado es el viario, compuesto por ciclomotores, automóviles, camiones, que copan el 90% de los viajes realizados. En cuanto a consumo energético, el automóvil y el avión son los que lideran el gasto, y si comparamos los datos del período entre 1992 y 2007, la distancia diaria recorrida por una persona ha pasado a ser de 28 km a casi 50 km. En cifras generales ha supuesto un aumento de casi un 50% por habitante.
Sobre el consumo de energía hay que tener en cuenta que en este estudio se incluyen aspectos como la energía que se emplea para fabricar el vehículo, para procesar sus residuos, mantenimiento de las vías, etc. También se ha estudiado el transporte de mercancías, donde se puede observar si dividimos el recorrido de todas las mercancías desplazadas internamente y de modo internacional entre el número de habitantes de España, en 1992 cada persona desplazó al día una tonelada durante 52km. En cambio en el año 2007 esta distancia se incrementó hasta los 91 km, coincidiendo con el auge antes de la crisis financiera y provocada en gran parte por la globalización.
En cuanto al automóvil, el informe revela que le dedicamos cerca de 206 horas al año en desplazamientos, 33 horas en buscar aparcamiento y otras 75 a su mantenimiento. En cifras monetarias invertimos 4.000 euros anuales en desplazamientos, 3.100 en automóvil y 900 en avión, a lo que hay que sumar cerca de 250 euros anuales en otros gastos de carácter fiscal. Por lo que económicamente un coche no es el medio de transporte más rentable en período de crisis.
También, se ha desvelado en este trabajo que las emisiones de gases invernadero derivadas del transporte, no corresponden el 23,7% sino al 40% si se tienen en cuenta las emisiones de los transporte de mercancías que llegan de mercados exteriores, y las generadas durante todo el ciclo de vida de los medios de transporte, no solo durante el desplazamiento.
Como solución la gran parte de los estados invierten en crear redes de transporte público, que en muchas ocasiones de nada sirven ya que apenas tienen uso. Desde este estudio se hace hincapié en cambios estructurales más significativos, como apostar por una nueva política de ordenación territorial, ciudades más concentradas, reducir las distancias entre el hogar y el trabajo, y fomentar el uso del transporte compartido