La Comisión Europea reclama que Košice, la segunda ciudad de Eslovaquia, derribe un muro instalado para segregar a los gitanos. Se trata del número 14 de su tipo en el país y el octavo construido en los últimos cuatro años.
El muro en cuestión, de 30 metros de largo y dos de alto, se erigió en junio en Košice, actualmente capital europea de la cultura, después de varias quejas de ciudadanos por los reiterados robos de automóviles y de comportamiento antisocial por parte de romas o gitanos que viven en las cercanías. La CE escribió al ayuntamiento para denunciar que el muro constituye una violación a los valores que en materia de derechos humanos promueve el órgano ejecutivo de la Unión Europea.
Autoridades del área de Košice-Zapad, donde se levantó el muro, sostienen que no es contra los gitanos y que, en cambio, se construyó únicamente para brindar un espacio seguro para aparcar vehículos. Pero los activistas señalan que es un símbolo de lo arraigada exclusión de la minoría romaní en el país.
«Muros como estos en Eslovaquia o en cualquier otra parte no son solo barreras físicas, sino también líneas divisorias psicológicas, una política ilusoria de 'protegernos' de 'ellos' que obstaculiza toda posible inclusión social de los romas en sus respectivas sociedades», explica el director ejecutivo del Centro Europeo para los Derechos de los Romas, Dezideriu Gergely. «Hay otros 13 muros en Eslovaquia. Todos ellos deberían ser eliminados. Los gobiernos y las autoridades locales deben invertir su tiempo y energía en desarrollar políticas inclusivas que funcionen, y en desalentar la segregación de todas las maneras posibles».
El muro de Košice es el último de una serie una práctica que ha ido en aumento en localidades del país en las que viven grandes comunidades de gitanos. Algunos han sido financiados por individuos particulares y levantados en propiedades privadas, pero muchos otros se han construido usando fondos públicos. Organizaciones internacionales de derechos humanos han criticado reiteradamente los muros y reclaman su demolición. Pero sucesivos gobiernos no han hecho nada en este sentido.
Según los críticos, mientras los políticos promueven públicamente la igualdad racial y los derechos de las minorías, en realidad se hace muy poco en concreto para abordar el problema de la segregación de los 400.000 romaníes que, según se estima, viven en este país, casi la décima parte del total de habitantes.
Como ocurre en muchas otras partes de Europa oriental, los gitanos de Eslovaquia sostienen que padecen discriminación sistemática en todos los niveles de la sociedad. Algunas escuelas en todo el bloque son segregadas de hecho, ya que los romaníes se educan en aulas separadas. Muchos integrantes de esa comunidad viven en la pobreza, a veces en tugurios o en fincas como las que hay en Košice, cerca de donde se erigió el nuevo muro. La criminalidad dentro de esas comunidades pobres es un problema.
Pero en lugares donde se han creado esos muros no seha notado ningún efecto sobre los problemas delictivos, según medios locales. La policía dice que no puede verificar las reclamaciones, dado que cuando se registra un delito no queda constancia de la condición étnica.
Los activistas sostienen que los muros no solo son poco efectivos sino también que simplemente refuerzan las divisiones en la sociedad y los prejuicios contra los gitanos. «Estos muros son una barrera más simbólica que física, y no impedirán el paso de nadie que quiera atravesar físicamente un área en particular», señala Laco Oravec, de la Fundación Milan Simecka, una organización de derechos humanos y contra el racismo. «Pero su simbolismo es, por supuesto, muy peligroso y negativo para la inclusión de la población minoritaria».
La única manera de mejorar la situación sería garantizar que se haga más para incluir a los romaníes en la sociedad, señala Oravec. «Los muros siempre se levantan en lugares donde no se han hecho muchos esfuerzos para abordar la inclusión de los romas. Estos muros son las consecuencias de no abordar la inclusión de esa comunidad y la expresión de una profunda frustración de ambas partes».
Las organizaciones de derechos humanos plantean que el enfoque de las autoridades locales sobre este asunto generalmente es de apatía o ignorancia,con una total susencia de políticas sistemáticas dedicadas a la inclusión de minorías. En los últimos tiempos, el ayuntmaiento de Košice fue criticado por el Defensor de los derechos humanos de Eslovaquia por demoler un asentamiento gitano en la ciudad amparándose en leyes ambientales y clasificando a sus viviendas como residuos comunales.
La continua ausencia de todo programa a largo plazo solo profundiza las divisiones y los prejuicios ya existentes entre la población mayoritaria, no romaní, en áreas donde el comportamiento antisocial es un problema. «No hay que olvidar que esto también es difícil para la mayoría que no es gitana. A menudo padece la actividad criminal en situaciones como esta y a veces es una víctima tan grande como los romas en todo esto», plantea Oravec.
Por ahora, el destino del muro de Košice es incierto. El concejo local que lo construyó niega que sea antigitano y sostiene que es una respuesta a años de quejas de los residentes locales. Pero la máxima autoridad de la ciudad dice que el muro se construyó sin permiso y que pronto se tomará una decisión sobre si se lo debería legalizar o derribar. También ha invitado a representantes de la CE a visitar la ciudad y ver de primera mano los problemas causados por partes de la comunidad local que incurren en conductas antisociales.
Los activistas por los derechos de los romaníes creen que, aunque desaparezca el muro, el problema va más allá. Para el responsable del Centro Europeo para los Derechos de los Roma «Estos muros son el reflejo de los preconceptos y puntos de vista negativos sobre los romas». «En un futuro muy cercano, Europa celebrará el 24 aniversario de la caída del Muro de Berlín. Esto debería señalarse derribando las paredes divisorias en Europa que separan a los romaníes del resto de la comunidad», plantea.