Londres gana la batalla. Un 55% de los escoceses prefiere mantenerse en un Reino (efectivamente) Unido, que continuar su camino como Estado independiente. Los partidarios de esta segunda opción, el 45% del electorado, salen del referéndum tocados en su idea independentista, pero no hundidos en la obtención de mayores poderes para el Parlamento escocés. El resultado va acorde al sondeo a pie de urna que YouGov publicaba la noche de ayer, vaticinando una victoria del «No» con el 54% de los votos, frente al 46% por la secesión.
De los 32 condados electorales, los más destacados, Edimburgo y Glasgow son ejemplo de la división en la que durante estos últimos tres meses ha estado Escocia. En la capital, el «No» gana con el 61% de los votos (frente al 39%). Entre los motivos de esta victoria, más contundente que la del «Sí» en Glasgow, parece estar el hecho de que la capital es el principal y casi el único reducto importante del voto conservador al mismo tiempo que es la región que disfruta con mayor nivel de renta de toda Escocia, por lo que el «voto económico» ha pesado en una población no dispuesta a perder calidad de vida. En cambio, en Glasgow, región más deprimida económicamente cuya población veía la independencia como alternativa a su situación, los secesionistas se imponen con un 53% de las papeletas (frente al 47%).
En el resto de condados, en 28 ha ganado la opción del statu quo con victorias más contundentes, que las obtenidas por el «Sí» en cuatro circunscripciones en las que se ha rozado el 50% de los apoyos. La participación, en su conjunto, ha rondado un histórico 85%, no recordado en otros procesos electorales celebrados en el Reino Unido.
Las reacciones no se han hecho esperar. El medio elegido, a estas horas de la mañana, ha sido la red social Twitter. El premier británico David Cameron, ha felicitado al portavoz de la campaña unionista Alistair Darling y ha declarado que «el resultado cierra el debate de la independencia para una generación, y quizá para siempre». Cameron, muy criticado en el sector conservador en Westminster desde que autorizara la celebración del referéndum y por su actitud en la campaña, para unos excesivamente laxa; recibe los resultados con alivio, ya que con su decisión de querer dejar votar a los escoceses confiado en su momento en la más que probable victoria del «No», ha puesto en una situación delicada a la unión de más de 300 años y por la que se configuró los orígenes del actual Reino Unido.
Su número dos y socio de gobierno, el liberal Nick Clegg, dice sentirse «absolutamente encantado» y precisa, de acuerdo a lo prometido en campaña, que «el voto en contra de la independencia no es un voto contra el cambio». Los unionistas y su mayor representante en esta última semana, el ex primer ministro laborista y escocés, Gordon Brown, anunció que de ganar el «No» el mismo día siguiente a la celebración del referéndum se iniciaría desde Londres el calendario para la concesión de mayor autonomía la región.
Por su parte, el promotor de la independencia, Alex Salmond, ministro principal de Escocia, reconoce su derrota. «Escocia ha decido en este punto que no quiere convertirse en un país independiente y yo acepto ese veredicto». «Llamo a todos en Escocia a hacer lo mismo y aceptar la voluntad democrática del pueblo escocés», ha señalado. También ha felicitado a los votantes, no pocos, 1,6 millones aproximadamente, que han confiado en la opción secesionista al mismo tiempo que alaba el ejercicio de democracia del que han sido protagonistas los escoceses en un «referéndum acordado y consensuado».
Con el resultado, se pone fin a la cuestión independentista, tal vez, como dice Cameron, para toda una generación, pero lo cierto es que, de cumplirse el calendario unionista, los independentistas verán recompensada su derrota con mayor autonomía y poder político, económico y fiscal. Si bien no han ganado la consulta, tampoco han perdido del todo el órdago que en su día echaron a Londres.