Karachi, Pakistán, (IPS)- Lo único que quieren muchas mujeres son tres buenas comidas diarias y educación para sus hijos, al menos a eso aspira Shabina Bibi, una mujer treintañera, con cuatro hijos y sin formación que vive en un barrio cerca del puerto de Kemari, en esta ciudad del sur de Pakistán.
«Mi esposo perdió el trabajo el mes pasado y por primera vez en mi vida tuve que salir a buscar empleo», nos dice la ahora empleada doméstica de una casa de Karachi.
Bibi y su esposo necesitaron de mucho valor para dar ese paso. La participación femenina en la fuerza laboral es del 28 por ciento, según el Informe de Desarrollo publicado este año por el Banco Mundial. Los roles de género están rigurosamente definidos: la mujer tiene que quedarse en casa a cuidar a la familia y el hombre debe salir a ganarse el sustento para mantenerla.
«No es fácil ser mujer en Pakistán», opina la activista Tahira Abdullah. «Es peor si estás en los peldaños más bajos de la escala económica», dice desde Islamabad. «Las mujeres sufren una pobreza desproporcionadamente alta, trabajan en condiciones laborales de explotación, reciben poca o ninguna remuneración, soportan el doble del trabajo doméstico y de la responsabilidad reproductiva y están sujetas a violencia de género», detalla.
Abdullah quiere que haya un cambio en las elecciones de este sábado y espera un liderazgo más emancipado. «Es hora de que los partidos políticos tomen conciencia de la feminización de la pobreza en Pakistán, que causa una enorme miseria e injusticia para las mujeres»,
Pero en una sociedad conservadora como la pakistaní, eso es pretender tocar el cielo con las manos. «La mayoría de los hombres siguen siendo machistas y consideran que la posición rezagada de las mujeres es adecuada para su género», explicó Najma Sadeque, periodista en Karachi. «El proceso sería más rápido si nos libráramos del sistema feudal y de los fundamentalismos», opina.
Hay 37 millones de mujeres registradas para votar, lo que constituye el 44 por ciento de los 86 millones de personas habilitadas para el sufragio. Otros 11 millones de ciudadanas podrían concurrir a las urnas, pero no se han inscrito.
Rara vez, las mujeres pueden encontrar mujeres que las representen. Además, sus aspiraciones para el país suelen ser radicalmente diferentes de las de los hombres, pero, una vez más, esto nunca se articula.
«Las mujeres se preocupan más por los asuntos cotidianos como el alimento, el agua, la salud, el saneamiento y el bienestar de sus hijos», dice la especialista de género Nahid Aziz, desde Islamabad. «El país que una mujer quiere es aquel en el que no la traten como ciudadana de segunda clase», opina.
«Donde pueda vivir en paz y con dignidad, pueda opinar en los asuntos que afectan a su vida y no esté sujeta a antiguas tradiciones socioculturales negativas; donde su honor y su vida no corran
riesgo dentro de su hogar o en su comunidad, donde se sienta segura, donde ella y su familia no sufran violencia y explotación, donde rija el derecho y donde haya justicia y equidad para todos», añade.
«Las mujeres quieren un estado de bienestar, no uno motivado por la seguridad nuclear», recalca Abdullah. «Ellas prefieren que los legisladores destinen sus energías a resolver los problemas de la nación, en vez de preocuparse por a quien van a declararle la guerra o cuánto dinero van a gastar en defensa», añade.
En ese sentido, Sadeque señala que las mujeres rara vez han iniciado o propagado una guerra. «Hay pocas Margaret Thatcher», señala, refiriéndose a la ex primera ministra de Gran Bretaña (1979-1990), fallecida el mes pasado y que fuera conocida como la «dama de hierro».
Sin embargo, «ellas cargan con la peor parte de los conflictos y de los desastres», observa. Para cambiar eso, las mujeres deben tener mejor representación en los órganos políticos y poder opinar sobre los asuntos de su incumbencia.
La Fundación Aurat, que aboga por los derechos femeninos, hace tiempo que reclama mejoras en la representación de las mujeres en la Asamblea Nacional y en las cuatro provinciales, y pasar del 17 al 33 por ciento. La Fundación elaboró un manual con sugerencias sobre cómo mejorar la participación femenina.
Algunos partidos incluyeron ciertas recomendaciones en sus plataformas, pero la mayoría de ellas quedaron «relegadas a un capítulo separado, sin referencias cruzadas o vínculos con el cuerpo principal», se lamenta Abdullah, que redactó el manual con Aziz.
Algunas de las sugerencias son: derogar las leyes que discriminan a las mujeres y/o a las minorías, tomar medidas contra las prácticas socioculturales negativas, dotarse de normas contra la violencia
doméstica o contra la mujeres, en general, y que ellas obtengan derechos de propiedad cuando se asignan tierras al campesinado que no tiene donde trabajar.
Pero muy pocas mujeres integraron los comités encargados de redactar las plataformas partidarias. «La relación entre hombres y mujeres que participaron en la redacción de los documentos fue como media de tres mujeres por cada 20 hombres», se lamenta Aziz.
¿Qué posibilidades tienen ellas de ser elegidas en estas elecciones?
Solo un 3,5 por ciento de los 23.079 candidatos que aspiran a un escaño en la asamblea nacional son mujeres, según la Comisión Electoral de Pakistán. Los partidos políticos se negaron a aceptar la sugerencia de la sociedad civil de reservar el 10 por ciento de los lugares en las listas a las mujeres.
Así, que apenas 36 mujeres se aseguraron un lugar en las listas de candidatos para los 272 escaños del cuerpo legislativo nacional. Hay otros 60 asientos reservados para las mujeres, por los que
compiten 814 candidatas, además de los otros 10 para las minorías. También, hay 64 mujeres que se presentan de forma independiente.
Mientras, las mujeres hacen campaña por sus líderes. Estos «se aseguran la participación femenina en sus actos electorales gracias a los grupos de mujeres del partido, así obtienen su voto y las
designan a los asientos reservados», destaca Abdullah. Es un pequeño, pero significativo comienzo.