La desigualdad de género en Sudán del Sur es tan extrema que una joven tiene tres veces más probabilidades de morir durante el embarazo o el parto que terminar la educación básica, denuncia Plan Internacional, una de las principales organizaciones mundiales dedicadas al desarrollo de la infancia.
«Cuando una persona mata a otra persona, la familia afligida espera que se le dé 'dinero sangre' como compensación por la sangre derramada», nos explica Dina Disan Olweny, directora de la no gubernamental Coalición de Organizaciones de Mujeres y Jóvenes del Estado.
La mayoría de las tribus exigen compensación cuando se quita una vida en uno de los conflictos habituales sobre el ganado y las pasturas, asesinatos por venganza u otros motivos de fricción entre las aldeas. Aunque muchas tribus reclaman entre 20 y 30 cabras como indemnización, Olweny indica que «la mayoría de las familias no pueden pagar o no están dispuestas a hacerlo, y prefieren entregar a una de sus hijas».
Según la especialista en protección infantil, Shanti Risal Kaphle, «Una niña se toma como una mercancía que puede darse a cambio de la pérdida de vida de alguien, o como 'dinero por la sangre derramada', para mantener a la familia y a la comunidad en paz».
Kaphle explica que la vida de la niña se negocia «sin su información ni consentimiento y está sujeta a la violencia, el abuso y la explotación». Esta práctica no escapa a la atención del gobierno, que fijó en unos 500 dólares el monto por la indemnización de una vida, pero la población tribal aún prefiere recibir a una niña como pago, con el argumento de que la cifra determinada por el Estado es insuficiente.
Los expertos señalan que los familiares afligidos prefiere también a una chica como compensación porque de esta manera puede casarse con uno de los suyos sin tener que pagar la dote, o puede ser dada en matrimonio cuando cumpla los 12 años y, a cambio, la familia recibirá un rebaño de cabras.
Muchas de las niñas entregadas por este concepto apenas tienen cinco años de edad. Se espera que se olviden de sus familias biológicas y empiecen de nuevo, cortando todo contacto con sus familiares naturales.
En este punto sus vidas pueden tomar un giro dramático para peor. Estas chicas pueden ser «sometidas a trabajo infantil y al abuso sexual, físico y emocional. Para escapar de este infierno, ahora muchas prefieren suicidarse», denuncia Olweny.
Los residentes de aquí dicen que las leyes consuetudinarias que perpetúan y legitiman estas formas de abuso tienen un papel fundamental en la resolución de los conflictos, ya que se considera un método barato y accesible, y las decisiones se toman sobre la base de las costumbres con las que están familiarizados.
También se considera que las leyes y las decisiones consuetudinarias son más amigables y llevan menos tiempo, según Kaphle. Sin embargo, esta práctica es solo una más de los innumerables abusos que sufren las niñas en Sudán del Sur. El estado de Bahr El Ghazal Occidental, por ejemplo, tiene una tradición que obliga a muchas jóvenes a abandonar sus estudios para contraer matrimonios precoces.
Linda Ferdinand Hussein, directora de la organización no gubernamental Organización de Mujeres para la Formación y Promoción, nos explica cómo funciona esta tradición.
«Cuando la esposa de un hombre muere por algún motivo, el hombre puede exigir que se le devuelva la dote que pagó por la novia», cuyo valor es variable, indica. «Pero la mayoría de las familias no están dispuestas a pagar... así que le dan al hombre una de las hermanas menores de la esposa difunta en concepto de indemnización».
Cuatro años después de la independencia de Sudán del Sur en 2011, los especialistas en protección de la infancia levantan la voz de alarma. «La violencia de género contra las niñas sigue siendo perpetrada de muchas formas, tanto en tiempos de paz como durante el conflicto armado», dice Hussein.
Un informe publicado el 30 de junio por la Misión de las Naciones Unidas en la República de Sudán del Sur reveló que el Ejército Popular de Liberación de Sudán y otros grupos armados asociados emprendieron una campaña de violencia contra la población de este país, caracterizada por su «brutalidad e intensidad», la cual incluye la violación de niñas y jóvenes y su posterior inmolación dentro de sus casas incendiadas.
La organización humanitaria Care publicó en 2014 un informe, titulado «La chica no tiene derechos: la violencia de género en Sudán del Sur», en el que destaca las injusticias que padecen las niñas en el país africano.
Según Plan International, el 7,3 por ciento de las niñas contraen matrimonio antes de cumplir los 15 años y otro 42,2 por ciento se habrán casado entre los 15 y 18 años. Aunque el 37 por ciento se matriculan en la escuela primaria, apenas un siete por ciento concluye sus estudios y solo el dos por ciento llega al nivel secundario.