Miles de civiles aterrorizados buscan refugios en escuelas, mezquitas y edificios públicos o huyen de las principales ciudades del país. En Alepo, la capital económica, que está viviendo los peores bombardeos de las últimas semanas, organizadiones como ACNUR o la Media Luna Roja, han visto restringida la actividad, ante la inseguridad de la zona, lo que les impide identificar las necesidades de los más afectados. Las oficinas de la Agencia para los Refugiados de Damasco envian, no sin dificultades, material humanitario como esteras, mantas, utensilios de cocina, pañales, lonas de plástico y bidones, para que sean distribuidas a miles de familias atrapadas entre el fuego del ejército y los rebeldes.
En el exterior, en Turquía, más de 70.000 personas han buscado protección en campos de refugiados. El gobierno de Ankara planea abrir dos campos más este mes, con capacidad para 10.000 personas. En Jordania, el domingo se abrió el campo de Zaatari, al norte del país, con el que se intenta aliviar la presión sobre los asentamientos levantados hasta ahora. Las dificultades son tan grandes, que los traslados desde otros campos se realiza por la noche para evitgar las horas de fuerte calor.
En Líbano hay unos 34.000 refugiados que reciben protección y asistencia tanto del gobierno como de ACNUR y otras ONG. La mayoría han huido de Homs, una de las ciudades más castigadas por el ejército sirio, pero están llegando ciudadanos de Damasco, Deraa y Souwaieak.
Hasta el momento se calcula que hay casi 130.000 refugiados sirios que dependen de la ayuda humanitaria. Las organizaciones que les atienden advierten de que si continúa la escasez de financiación no se podrá seguir respondiendo a las necesidades de estas personas, que después de haber sufrido los horrores de la guerra, ahora tendrán que enfrentarse a la falta de alimentos y necesidades sanitarias básicas.