BELGRADO, (IPS) - Al acercarse las elecciones generales convocadas para el 6 de mayo en Serbia, dos dramaturgos han capitalizado la guerra dialéctica entre el ala proeuropea y los nacionalistas conservadores poniendo de relieve el lado más oscuro de la propaganda.
En los últimos meses, las radios y los periódicos serbios se han visto desbordados con las promesas de una «vida mejor» para una nación que lidia con los ecos de la crisis económica, el alto desempleo y una dolorosa transición hacia una economía de mercado.
Los compromisos electorales también se refieren a la reconstrucción de la democracia y a todas sus instituciones, que entraron en vigor poco después de la caída del presidente Slobodan Milosevic, en 2000, y que desde entonces padecen de falta de eficiencia, transparencia y responsabilidad.
En medio de la crisis, Maja Pelevic, de 31 años, y Milan Markovic, de 33, ofrecen lo que describen como una nueva «estrategia cultural y de mercado». Ambos autores tienen obras en cartel en varios teatros de Belgrado.
Tanto políticos como medios de comunicación no se dieron cuenta de que el texto que los autores escribieron, «Idea, estrategia, movimiento», lo copiaron del discurso titulado «Conocimiento y propaganda» pronunciado en 1928 por Joseph Goebbels, que fue ministro de Educación Popular y Propaganda en la Alemania nazi.
«Todos reaccionaron positivamente», dice Pelevic. «Los nacionalistas y los conservadores fueron los que se mostraron más abiertos con nosotros, ya que tienen pocos jóvenes en sus partidos».
Los autores presentaron su obra este mes en Belgrado. Mientras, les llegaban ofertas para formar parte de consejos culturales de miembros de la coalición gobernante, entre ellos el centrista Partido Democrático (DS), el Partido Socialista de Serbia (SPS), y el proeuropeo Partido Social Demócrata (SDP).
Los autores también fueron invitados a asesorar al opositor y nacionalista Partido Democrático de Serbia (DSS), así como al mayor grupo de la oposición, el Partido Progresista Serbio (SNS).
El nuevo Regiones Unidas de Serbia (URS) también los acogió igual que el cada vez más popular e izquierdista Partido Liberal Democrático (LDP), que incluso publica la estrategia de los dramaturgos en su sitio web.
La cultura gana a la polémica
A los autores, les tiene intrigados saber si alguien ha llegado a reconer el texto de Goebbels. «Cambiamos el nombre de (Adolf) Hitler por el de Vojislav Kostunica (líder del DSS), dado que su partido pidió un texto que explicara nuestras ideas sobre el desarrollo de la cultura», dijo Pelevic. «También reemplazamos las palabras 'nacional socialismo' por 'democracia', y 'propaganda' por 'mercadeo político', y funcionó».
Los extractos que las obras toman del discurso abordan la teoría de la propaganda de Goebbels, en la que primero hay que congregar a la gente y, luego, adoctrinarla lentamente con «ideas creativas». Todo se basa en la importancia del poder político para transmitir ideas a audiencias masivas.
Ninguno de los partidos pareció perturbado por la ideología totalitaria del texto, contra la que luchan la mayoría de las sociedades democráticas, dice Markovic. Entre los conceptos que allí aparecen están «obtener poder a cualquier precio; introducir las ideas propias en los poros de la sociedad y (llevar a cabo) una implacable campaña propagandística». «Otro de nuestros objetivos (con el experimento social) fue ver si podíamos ascender (en la escala económica) integrándonos en partidos políticos», señala, dado que «actualmente en Serbia es imposible trabajar como director de arte, o incluso como escritor, sin el apoyo de un partido».
Durante muchos años, la cultura serbia ha sido víctima del duro clima económico, constantemente marginada por un régimen tras otro desde la caída de Milosevic. Los recortes presupuestarios para la cultura son enormes. Decenas de teatros, productoras cinematográficas e incluso la orquesta filarmónica han recibido pequeñas sumas, que apenas alcanzan para cubrir los salarios del personal.
Por otro lado, entrar en un partido se ha vuelto extremadamente importante. Conseguir empleo se ha vinculado tan estrechamente a la pertenencia a una agrupación política que, ahora, algunos de los principales partidos en la oposición usan eslóganes como «Trabajo para todos, no solo para los miembros del partido», o «No más empleo a través de un partido».
Para los sociólogos, el vínculo entre tener el carné de un partido y el éxito de los autores no es raro. «En la era comunista, ser miembro de un partido era importante para conseguir empleo. Aunque tenemos un sistema multipartidista desde hace más de 20 años, la línea de pensamiento en buena medida sigue siendo la misma», dice el sociólogo Stjepan Gredelj.
El profesor de sociología Ratko Bozovic sostiene que «la lealtad partidista funciona en dos direcciones». Primero, colocando a sus propios miembros y simpatizantes en puestos clave, el partido garantiza que su línea se siga de cerca, al tiempo que «vigila de cerca a sus trabajadores».
Segundo, «los miembros del partido se sienten seguros en sus cargos y privilegios. La democracia es una planta débil que todavía tiene que desarrollarse y crecer aquí Vivimos en una partitocracia. La (maniobra) cultural de Pelevic y Markovic ha servido para confirmarlo», agrega.
Ambos sociólogos coinciden en que la situación es la misma en otras naciones de la antigua Yugoslavia, como Croacia o Bosnia-Herzegovina, e incluso Eslovenia, el único país de esa exconfederación integrado a la Unión Europea.
Ivan Tasovac, director de la filarmónica de Belgrado, aprovecha la actual controversia para exponer hasta qué punto la política partidista ha violado el espacio cultural en Serbia. Tasovac, que en la última década ha sido elegido varias veces «hombre del año» por trabajadores de los medios de comunicación, prometió los votos de los 100 músicos de la prestigiosa institución cultural al partido político que pudiera aportar la mayor cantidad de dinero para la nueva sala de conciertos de la orquesta. Eso, además de poder demostrar que uno de sus altos funcionarios ha asistido a un concierto de la filarmónica en los cuatro años que han transcurrido desde las últimas elecciones.