Hablamos con Supachai Panitchpakdi, secretario general de la Conferencia de las Naciones Unidas de Comercio y Desarrollo (Unctad)
Las remesas hacia los países más pobres del mundo alcanzaron en 2011 la cifra de 27.000 millones de dólares, según un informe de la Conferencia de las Naciones Unidas de Comercio y Desarrollo (Unctad), con sede en Ginebra. Superan el volumen de la inversión extranjera directa y se quedan justo detrás de la ayuda oficial al desarrollo. Pero los gobiernos no aprovechan este recurso para impulsar el desarrollo, según Supachai Panitchpakdi, secretario general de la Unctad.
Tras analizar la tendencia en los 48 países menos adelantados (PMA), el documento señala que las remesas, dinero que envian los ciudadanos que trabajan en el extranjero a sus países de origen, están justo detrás de la asistencia oficial al desarrollo, que ascendió a 42.000 millones de dólares en 2010.
Las remesas fueron casi el doble del flujo de la inversión directa extranjera a esos países, que ascendió a 15.000 millones de dólares en 2011, lo que las hace mucho más importantes para los PMA que para otros grupos de naciones. De hecho, las remesas representan el 4,4 por ciento del producto interior bruto (PIB) en los PMA y el 15 por ciento de sus exportaciones. Estas proporciones son más del triple que en otros países en desarrollo.
Las cifras son impresionantes, pero especialistas como el secretario general de la Unctad creen que los gobiernos están perdiendo la oportunidad de conducir ese flujo económico hacia políticas que favorezcan el desarrollo a largo plazo.
Conversamos con Panitchpakdi sobre cómo esos fondos privados se podrían aprovechar para promover un crecimiento sostenible en sus países de origen.
¿Por qué las remesas hacia los PMA se han disparado en los últimos años?
Supachai Panitchpakdi.- En la conferencia de los PMA realizada en Estambul el año pasado subrayamos el principio de disminuir la dependencia en la asistencia.
Es decir tenemos que encontrar alternativas para movilizar fondos del extranjero. Tras la actual crisis económica, las remesas se han vuelto una importante fuente de ingresos para los países más pobres del mundo. Son «a prueba de recesión» porque tienen incentivos patrióticos y proceden principalmente de otros países del Sur.
El principal objetivo de estas transferencias privadas es ayudar a la familia que quedó en casa, y muy pocos países tratan de convertirlas en ganancias para la economía nacional. Algunos trabajadores migrantes han conseguido crear pequeñas empresas, pero su potencial dista de estar totalmente aprovechado.
¿Cómo puede ayudar la Unctad a que una oportunidad desperdiciada se vuelva rentable?
SP.- Unctad está en una posición única para tratar con los PMA y convencer a los gobiernos de que adopten políticas para convertir las remesas en estrategias de desarrollo nacional. Los flujos privados deben vincularse con nuevas políticas industriales.
Los organismos de desarrollo deben ofrecer fondos adicionales para los trabajadores migrantes que regresen a sus países y alentarlos a usar su conocimiento y ahorros acumulados para construir capacidades productivas.
Los gobiernos deben poder proteger a las pequeñas empresas ordenando la liberalización comercial. La protección a la industria naciente puede parecer ingenua en la actualidad, pero los gobiernos aún deben apoyar a las pequeñas y medianas empresas en ciertas zonas, aunque no para siempre.
La adopción de políticas comerciales permanentes y distorsionantes no es la forma. Seguimos creyendo en el libre comercio.
Dado que el 80 por ciento de los emigrantes de los PMA van a otros países en desarrollo, ¿los países industrializados no deberían revisar sus políticas migratorias y abrir sus fronteras a los trabajadores no cualificados?
SP.- La liberalización comercial total solo añadiría un uno por ciento al PIB mundial, en cambio la liberalización laboral podría resultar en un aumento del 100 por cien pues la productividad de una persona puede duplicarse en el extranjero.
En los últimos tiempos se ve con otros ojos la emigración. Cuanto más móvil se vuelve el trabajo, más aumenta la productividad. Y no hay aglomeraciones porque la mayor parte del tiempo los trabajadores inmigrantes ocupan sectores en los que no quieren trabajar los ciudadanos locales.
¿El interés en las remesas puede traducirse en un reconocimiento del fracaso del comercio y de las inversiones extranjeras directas en los PMA?
SP.- Es verdad que las inversiones extranjeras directas y las remesas fluyen en una correlación inversa. En los países más débiles, las inversiones solo van hacia las industrias extractivas que no generan empleos. Y por la «carrera descendente» (competencia para atraer la inversión que hace que los países bajen salarios, impuestos y estándares), estos estados hayan perdido ingresos.
A la Unctad también le preocupa la participación de las corporaciones trasnacionales. El problema de las inversiones extranjeras directas es que están atadas a condiciones y motivadas por la obtención de ganancias, en cambio las remesas no están condicionadas por nadie.
Y dado que una de cada cinco personas con formación universitaria de los PMA vive en el extranjero, principalmente en países desarrollados, la única manera para que estos estados eviten la fuga de cerebros sería mejorar y movilizar las inversiones extranjeras directas. De hecho, la fuga de cerebros es el inconveniente de las remesas: dos millones de personas capacitadas viven en el extranjero.
La pérdida de conocimiento y de experiencias de los países de emigración, hay más profesores universitarios etíopes en Estados Unidos que en Etiopía, en sectores clave como la salud y la educación puede superar a los beneficios de las remesas. Otra de las consecuencias negativas es la posible distorsión de los precios locales y el aumento de la tasa de cambio.