En los próximos cuatro años, la FAO y la UE van a invertir 7 millones de euros para ayudar a Armenia, Azarbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Kazajistán, Kirguistán, Moldavia, la federación rusa, Tayikistán, Turkmenistán, Ucrania y Uzbekistán. Recibirán apoyo técnico y ayuda para que elaboren líneas políticas para manejar los plaguicidas caducados y reducir el riesgo que representan no solo para la región, sino también para la UE.
Según el director general de la FAO, el brasileño José Graciano da Silva, en las últimas décadas «hemos sido capaces de incrementar la producción de alimentos de forma importante, aunque con un enorme coste medioambiental», da Silva recuerda que una de las consecuencias de esa agricultura a las que se aplicaron gran cantidad de productos químicos son los «bidones de plaguicidas caducados que están desperdigados y abandonados por el mundo».
Para la FAO, es necesario usar medios naturales para proteger y mejorar los rendimientos agrícolas utilizando técnicas sostenibles y otras que la organización llama «ahorrar para crecer».
La UE va a destinar 6 millones de euros a este proyecto y la FAO, que actuará como organismo responsable de su ejecución, un millón de euros. El trabajo principal será «la eliminación real de los depósitos», pero la prioridad se centra en posibilitar la reforma legislativa, el proceso de registro de los plaguicidas, la promoción de alternativas al uso de productos químicos peligrosos y el desarrollo de estrategias de comunicación que conciencien a los campesinos y a la población.
Se calcula que hay unas 20.000 toneladas de estos plaguicidas, casi la mitad de todos los que hay en el mundo diseminados en miles de lugares sin ninguna protección. Graziano da Silva, explica que los plaguicidas pueden ser importantes para la agricultura siempre que se utilicen de forma responsable, y se preserve la salud humana y el medio ambiente.