MÁLAGA, España, (IPS) - Una de las preguntas recurrentes en España es cómo lograr que el excedente de producción agrícola llegue a los más necesitados. Una de las respuestas son las iniciativas ciudadanas para denunciar el derroche de comida y en defensa de una gestión eficiente a lo largo de toda la cadena alimentaria.
«Hay que lograr que los poderes públicos y las empresas tomen medidas», urgió Luis Tamayo, impulsor de La Comida Basura, una plataforma ciudadana contra el despilfarro de alimentos, nacida en 2010 en Madrid para promover actividades como recoger comestibles en buen estado desechados por los supermercados, pedir excedentes en restaurantes y organizar comedores populares.
Tamayo dice que «las leyes relacionadas con el excedente de alimentos están hechas bajo el prisma económico», de forma que productores y centros comerciales se ven obligados a deshacerse de toneladas de comida apta para el consumo.
Pero la responsabilidad del despilfarro en los países industrializado recae sobre todo en los consumidores que tiran alimentos en perfecto estado o se deshacen de los que caducan o se degradan en las despensas por malos hábitos y falta de planificación a la hora de comprar. Un informe del Parlamento Europeo de fines de 2011 indicaba que España desperdicia anualmente 7,7 millones de toneladas de alimentos en buen estado,una media de 163 kilos por persona.
Ese despilfarro choca con el dato de que más del 21 por ciento de los 47 millones de españoles viven por debajo del umbral de pobreza, según la Encuesta de la Población Activa del Instituto Nacional de Estadística (INE).
El mismo estudio parlamentario señala que el 42 por ciento de las 89 millones de toneladas de alimentos que se desperdician en la Unión Europea corresponde a excedentes de los hogares, el 39 por ciento de la industria, cinco por ciento del sistema de distribución y el 14 por ciento restante de diversa procedencia.
Banquete popular
En una actividad especial realizada el 21 de octubre en la ciudad de Zaragoza, se reunió a un millar de personas para darles de almorzar alimentos preparados con sobrantes en buen estado. Fue una iniciativa de «Alimentando a Zaragoza», impulsada por la Alianza Aragonesa Contra la Pobreza a imagen de acciones como «Le Banquet des 5.000», celebrada en París, y «Feeding the 5.000», en Londres.
A raíz de la «impresionante» respuesta de la ciudadanía lograda por «Alimentando a Zaragoza», se decidió seguir adelante con una campaña de denuncia y sensibilización en torno al derroche de alimentos, nos explica la activista Sonia Méndez, una de las promotoras de esta iniciativa, inspirada en el autor del libro «Despilfarro», del británico Tristram Stuart.
Un estudio de mayo de 2011 encargado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) al Instituto Sueco de Alimentos y Biotecnología alertaba de que 1.300 millones de toneladas de alimentos se pierden o desperdician en el mundo.
«¿Cómo puede ser que un tercio de los alimentos que se producen se desperdicien habiendo personas que pasan hambre?», cuestiona Méndez, que cree que «vivimos en una burbuja alimentaria». El director general de la FAO, José Graciano da Silva, dijo que se tira una tercera parte de la producción mundial de alimentos, lo cual daría de comer a 500 millones de personas.
En España, con más de cinco millones de desempleados, es frecuente ver a personas buscando comida en los contenedores de basura frente a los supermercados.
Otros bancos
La solución al problema de las sobras es «difícil» porque su aprovechamiento «requiere infraestructura y gestión» y las leyes «que han ido orientando y delimitando el mercado dificultan las donaciones», reconoce el presidente del Banco de Alimentos (Bancosol), Javier Peña, de Málaga.
«Nuestra tarea fundamental es buscar excedentes, aprovechar de lo que se va a tirar los comestibles más convenientes y servir de intermediarios para distribuir desde productos frescos hasta elaborados y congelados», explica Peña, que lleva 15 años capitaneando esta nave junto a un centenar de personas, en su mayoría voluntarios.
Los bancos de alimentos, que en el caso de España son 52 y están integrados en la Federación Española del Banco de Alimentos (Fesbal), son organizaciones sin fines de lucro basadas en el voluntariado que entregan comida donada por empresas y entidades a instituciones de ayuda social para redistribuirla entre las personas necesitadas y evitar así su desperdicio.
Millones de toneladas de alimentos aptos para el consumo son desperdiciadas por excedentes de producción, pero también por defectos de envasado, imperfecciones en su aspecto o fechas de caducidad cortas. «Desde hace año y medio viene una organización a recoger lo que no vendemos. Antes se tiraba», explica el dependiente de un gran centro comercial de Málaga tras retirar varios tomates «porque se ven feos».
El Parlamento Europeo defiende en su informe la modificación de las normas de caducidad que obligan a desechar gran cantidad de alimentos, la diversificación del tamaño de los envases y la introducción de una asignatura de alimentación en los programas escolares.
«Uno de los grandes problemas es el despilfarro en los hogares», advierte Peña, que alerta de que «la mitad de lo que se adquiere se arroja a la basura porque no se valora la vida útil y la necesidad de ese servicio».
Bancosol repartió el año pasado 5.000 toneladas de excedente del mercado mayorista, supermercados y donaciones de entidades y particulares a 230 entidades sociales. «Hay mucha hambre y necesidad», reconocie el presidente de la Asociación de Inmigrantes Ecuatorianos de Málaga (Asimec), Roberto Suárez, que acude una vez al mes con varios compatriotas a Bancosol para recoger alimentos que luego reparte entre más de 100 familias de diferentes nacionalidades.
Esta vez les acompaña Choro Sonko, una senegalesa que trabaja ocasionalmente como bailarina e impulsora de la asociación «Sunugal», desde la que quiere repartir alimentos a sus compatriotas «que lo están pasando muy mal y sienten vergüenza ante los suyos por tener que pedir comida».
Los bancos de alimentos, actualmente desbordados por los pedidos, «son imprescindibles», considera Tamayo, pero también es preciso concienciar sobre una gestión eficiente de los excedentes.