«Nuestros antepasados protestaron... cuando los colonialistas se apoderaron de sus tierras hace más de un siglo, pero hoy la historia se repite, ya que nuestros propios líderes políticos y compatriotas ricos están saqueando la tierra», afirma Claris Madhuku, director de la Plataforma por el Desarrollo de la Juventud (PYD, en inglés), una organización no gubernamental (ONG) de Zimbabwe.
El activista Owen Dliwayo, de la Red de Acción Diálogo Juvenil, otra ONG de Zimbabwe, sostiene que las empresas transnacionales tienen la culpa de la apropiación de las tierras que aqueja a la mayoría de los países africanos.
«Le puedo poner el ejemplo del proyecto de combustible de etanol en Chisumbanje, aquí en Chipinge», en el sudeste del país, indica. «El proyecto tuvo como consecuencia el desplazamiento de miles de aldeanos para allanar el camino para una plantación de azúcar» mediante la liberación de «miles de hectáreas de tierra para... la producción de etanol», nos explica Dliwayo. La plantación de caña de azúcar de 40.000 hectáreas, que comenzó en 2008, desplazó a más de 1.754 familias, según PYD.
Hace 15 años, Zimbabwe aplicó un controvertido plan de reforma agraria para resolver los desequilibrios heredados de la época colonial en la tenencia de la tierra. «Decir que naciones africanas como Zimbabwe han resuelto el problema de la tierra es faltar a la verdad porque la tierra... confiscada a los agricultores blancos fue repartida entre las elites políticas a costa de... los campesinos», denuncia Terry Mutsvanga, un reconocido activista de los derechos humanos.
«La confiscación de las tierras en África ha ayudado a perpetuar desigualdades económicas similares a los desequilibrios económicos de la época colonial», agrega.
En 2010, el servicio de noticias ZimOnline informaba de que unos 2.200 zimbabwenses negros pertenecientes a la elite del país controlan casi el 40 por ciento de las 14 millones de hectáreas de tierras confiscadas a los granjeros blancos, y que el presidente Robert Mugabe y su familia poseen 14 fincas con una extensión de 16.000 hectáreas, al menos.
En Uganda sucede un patrón de desigualdad similar, según un informe realizado en 2011 por Joshua Zake, coordinador del Grupo de Trabajo Forestal de la organización Alerta Ambiental.
La sospecha de la presencia subterránea de petróleo y otros recursos minerales fomenta el acaparamiento de las tierras en África, y especialmente en Uganda, como sucedió en los distritos ugandeses de Amuru y Bulisa, según Zake.
Lo mismo se aplica en Zimbabwe, donde el gobierno desplazó a más de 800 familias de la localidad de Chiadzwa, en la provincia de Manicaland, tras el descubrimiento de diamantes en la zona en 2005.
Pero la apropiación de tierras también se produce en el ámbito urbano, según urbanizadores privados africanos.
«Existe una gran demanda de tierras para la construcción de viviendas en los pueblos y las ciudades de África, debida a la fuerte migración rural», explica Etuna Nujoma, un empresario inmobiliario de Windhoek, la capital de Namibia. «Los ricos y los poderosos, así como los políticos corruptos, se aprovechan de la demanda de la tierra y... suelen repartirse los terrenos urbanos entre ellos para su reventa a precios exorbitantes a costa de los pobres».
En estas circunstancias, en 2014 un grupo de habitantes de asentamientos informales en las afueras del balneario costero de Swakopmund, en Namibia, ocuparon terrenos municipales.
Mientras tanto, en Mozambique, los pobres están perdiendo la partida frente a los inversionistas extranjeros a pesar de que en ese país no existe la propiedad privada de la tierra. La constitución mozambiqueña establece que el Estado es el único propietario de la tierra y de sus recursos derivados, pero las leyes otorgan a los particulares el derecho al usufructo y al beneficio de las tierras, aunque no tienen un título formal.
Una encuesta realizada en 2014 por la Unión Nacional de Agricultores de Mozambique revelaba que en el país se estaba produciendo una apropiación de tierras al estilo colonial, ya que empresas con vínculos políticos confiscaban a los agricultores cientos de miles de hectáreas de tierras de cultivo.
Según GRAIN, una organización internacional que apoya a los pequeños agricultores y los campesinos del norte de Mozambique, estos tienen dificultades para mantener sus tierras a medida que compañías extranjeras se instalan con sus agronegocios a gran escala. A los mozambiqueños se les dice que estos proyectos les traerán beneficios, pero esa no es la opinión de César Guebuza y otros campesinos.
«Las inversiones agrícolas de las empresas extranjeras no nos han beneficiado. En cambio, perdimos las tierras ante estas empresas que invierten aquí y nos tratan como extranjeros en nuestra propia tierra», comenta Guebuza.
«El gobierno de Mozambique es conocido por ponerse del lado de los inversionistas extranjeros, que ahora ocupan grandes extensiones de tierra para su propio uso, mientras que los campesinos locales pierden las suyas, que son su derecho de nacimiento», subraya Kingston Nyakurukwa, un economista independiente de Zimbabwe.
Este año, la organización humanitaria ActionAid Tanzania indicó que, a través de la Unión Europea y Estados Unidos, la Nueva Alianza para la Seguridad Alimentaria y la Nutrición planea invertir unos 8.200 millones de dólares en el desarrollo agrícola de África.
Sin embargo, estas iniciativas empresariales les quitarán a los africanos su dinero bien ganado, cuando compren los productos agrícolas, asegura Nyakurukwa.
Del mismo modo, en Nigeria, Mozambique y Tanzania, los pequeños agricultores son desplazados de sus tierras con el fin de liberarlas para las plantaciones de caña de azúcar, arroz y otros cultivos destinados a la exportación, con el respaldo del dinero de la Nueva Alianza, según ActionAid Tanzania.
En Tanzania, las grandes inversiones podrían dejar a los campesinos sin tierra poco a poco.
«El dinero de los inversores parece estar empujándonos de nuestras tierras aquí en Tanzania, ya que a nadie se le ha ofrecido la posibilidad de elegir si quiere ser reubicado o no porque, a la fuerza, se nos ofrece dinero o tierras de reasentamiento», dice el campesino Moses Malunguja.