Por primera vez en 25 años se celebran elecciones en Sudán, pero eso no quiere decir que sean unas elecciones democráticas como las entendemos en Europa. Hay muchas trabas.... demasiados miedos y muchos interrogantes. Todos esperan que gane el actual presidente, Omar Hassan al Bashir, instigador del golpe de estado que en 1983 le llevó al poder y que actualmente tiene orden de búsqueda y captura por la Corte Penal Internacional, acusado de genocidio en Darfur.
Paradójicamente los organismos que deberían ayudar a su captura (ONU, UE, Unión Africana...) están supervisando el proceso que puede legitimarlo internacionalmente. Aún así, su victoria se vería deslucida porque sus dos máximos rivales, Yasser Arman, del MPLS (máxima fuerza del sur de Sudán) y Sadek al Mahdi, ex primer ministro y jefe del partido nacionalista Umma, retiraron sus candidaturas.
Las irregularidades han ido marcando el proceso electoral. Se calcula que alrededor de medio millón de personas (de 16 millones de electores) han tenido problemas para poder ejercer su voto. Aun así se considera que la mayoría de los votantes han quedado registrados.
La UE ha enviado una de sus mayores misiones de observación por considerar que son unas elecciones de vital importancia para el futuro de un país dividido que ocupa la misma superficie que Francia y Bélgica. Pero la delicada situación en Darfur, al oeste del país ha obligado a retirarlos ante la imposibilidad de realizar su trabajo con unas mínimas garantías de seguridad. Una decisión tomada in extremis por la coordinadora de la misión, la eurodiputada belga Veronique De Keyser. Junto a ella ha viajado una delegación del Parlamento Europeo, formada entre otros por los eurodiputados españoles José Manuel García-Margallo (PPE) y Juan Fernando López Aguilar (PSE).
A pesar de que legalmente Sudán es multirreligioso, el gobierno, dominado por los musulmanes, ha intentado imponer desde 1983 la sharía como ley religiosa y el árabe como única lengua. Dos aspectos rechazados por las regiones del sur del país. Esa parte ha sido siempre la puerta de entrada de los árabes en el África negra. Una zona rica en oro, marfil y esclavos antiguamente y petróleo, uranio y coltán en la actualidad. Por tanto siempre centro de disputas y guerras.
Y no sólo eso, Sudán es uno de los países en el punto de mira de la lucha antiterrorista global. Bin Laden creó campos de entrenamiento en 1991 y vivió durante 5 años, convirtiendo esa zona en una base de operaciones para ataques contra objetivos occidentales. La presión internacional ante el gobierno de Jartum lo expulsó a Afganistán. A principios de 2010 Estados Unidos incluyó a Sudán en la lista de países financiadores y promotores del terrorismo.
Las elecciones son uno de los compromisos de los acuerdos de paz que desde 2005 intentan poner fin a décadas de guerra civil. Deberían permitir pacificar políticamente el país para afrontar el año que viene un referéndum de independencia en el sur, también recogido en esos acuerdos. Pero para eso habrá que esperar, porque se teme que la situación se desborde y se reabran las hostilidades.
En Jartum se unen el Nilo Azul, que nace en Etiopía y el Nilo Blanco, en el lago Victoria. Pero en la capital sudanesa no consiguen confluir el África negra, animista y cristiana y el África árabe, mayoritariamente musulmana. Un reflejo de la división que vive el país más grande de África. euroXpress