Los grandes partidos alemanes han perdido la oportunidad con esta campaña electoral de provocar un gran debate europeo sobre los grandes asuntos que nos preocupan. El momento era el adecuado para plantear o replantear hacia dónde va la política europea. El principio del final de la recesión en Alemania, con el añadido de subir o bajar impuestos, el debate sobre la continuidad de las centrales nucleares, la presencia de tropas internacionales en Afganistán o, incluso, el polémico sistema electoral alemán que, como en tantos otros países, favorece a los grandes partidos.
Todos o cualquiera de esos asuntos interesa a los alemanes, pero también a españoles, franceses o británicos. No ha habido un gran debate. La CDU-CSU, con las encuestras siempre a favor, se ha quedado esperando a ver cómo se desgastaban sus oponentes en la campaña, con la seguridad de que Merkel seguirá en la cancillería. Su ministro de exteriores, el socialdemócrata Steinmeier, ha sido incapaz de meter ilusión a su electorado y ha acabado jugando con el voto del miedo a la derecha, con la que ha gobernado. Los liberales del FDP se han dejado querer por los conservadores pero poniendo programa por medio y siempre atentos a lo que la matemática electoral les deje de margen de maniobra; y la izquierda de Die Linke, fiel a sus principios ortodoxos, parece conformarse con ocupar un lugar amplio en el Bundestag.
Miras cortas para tiempos que requieren amplitud de miras, ideas y políticos con empuje para aprovechar la mala ocasión que la crisis nos ha brindado. Alemania, siempre locomotora de Europa, tiene por delante unos años para tirar del carro europeo. De esta campaña electoral no salen propuestas ni soluciones, sólo que será Merkel quien tire y que tendrá compañía. euroXpress