Ningún país europeo parece estar inmunizado a esta enfermedad. La ONU calculaba no hace mucho que desde 2011 unos 15.000 extranjeros se habrían unido al Estado Islámico. De ellos, según datos del coordinador antiterrorista de la Unión Europea, Giles Kerchove, en torno a 3.000 serían europeos.
Ni siquiera los países que siempre aparecen como espejo en el que mirarse parecen ser inmunes a esta epidemia. De hecho, proporcionalmente Dinamarca es ya el país que más yihadistas exporta. Los servicios de inteligencia creen que podrían ser más de 100 los jóvenes daneses que han viajado a Irak o Siria con fines terroristas. El país nórdico vigila con especial atención la ciudad de Aarhus, la segunda más importante del país. La policía sospecha que muchos jóvenes se están radicalizando en la mezquita de Grimhøjvej, situada en un suburbio donde se concentran los musulmanes. «Es el lugar donde se gestó la masiva protesta contra las viñetas de Mahoma en 2005», recuerdan las autoridades danesas.
Tampoco se quedan atrás en la vecina Suecia. Hace una semana el jefe de los servicios de inteligencia reconocía que unos 300 suecos podrían estar combatiendo junto al Estado Islámico. «Un cierto número de jóvenes suecos se marchan, son formados en campos de entrenamiento y aprenden a convertirse en terroristas, a utilizar explosivos y armas», explicaba.
Aunque entre todos, el país europeo donde más preocupa la radicalización de musulmanes de segunda y tercera generación es Francia. Los servicios de inteligencia han reconocido a dos de sus ciudadanos entre los verdugos de las últimas ejecuciones de los terroristas, y calculan que los franceses alistados en el Estado Islámico podrían ser más de 1.100. «De ellos aproximadamente medio centenar habría fallecido en combate», explicaba el primer ministro Manuel Valls.
De hecho, los terroristas aprovechan el revuelo que causa contar con occidentales en sus filas para demostrar un perfil global. Tanto es así, que prácticamente ningún país europeo se libra. En Bélgica también han reconocido a uno de sus ciudadanos entre los verdugos, y calculan que serían unos 300 los jóvenes que luchan junto al Estado Islámico. A todo ello habría que sumar unos 500 alemanes, otros 500 británicos y al menos 100 holandeses. España por su parte cree que entre 30 y 50 ciudadanos españoles estarían combatiendo en primera fila con el objetivo de recuperar Al Ándalus.
Las mujeres tampoco se libran
No hace mucho conocíamos la historia de una madre holandesa que cruzó Siria en plena guerra para recatar a su hija de 19 años. Había llegado hasta allí para casarse con un terrorista. Como ella, son cada vez más las europeas que se convierten al islamismo y se radicalizan para huir con su «guerrero amado».
Lamentablemente el caso de Aisha, el nombre que tomó la joven holandesa tras su conversión, parece no ser un caso aislado. No hace mucho dos adolescentes austríacas de origen bosnio pedían ayuda para volver a su país tras haber contraído matrimonio con miembros del Estado Islámico. Y este verano en Melilla, la Policía Nacional detenía a dos jóvenes que planeaban unirse a otras combatientes. Se calcula que el 10% de los yihadistas occidentales podrían ser mujeres.
En todas ellas el perfil es muy similar. Son jóvenes europeas que se han radicalizado a través de las redes sociales. Todas ellas viajan en busca del amor con el objetivo de casarse y tener hijos en Siria o Irak. Sin embargo, una vez se han unido a las filas del Estado Islámico, nada es como pensaban y les resulta muy difícil escapar.
Miedo a los lobos solitarios
Precisamente los yihadistas que regresan a sus países de origen son una de las principales preocupaciones de los servicios de inteligencia europeos. Advierten que son personas con pasaporte europeo que regresan tras haber luchado en zonas de conflicto y después de haber adquirido conocimientos y habilidades peligrosas.
Sin embargo, no parece fácil limitarles el acceso. Aunque para muchos existe el riesgo de que actúen como lobos solitarios, son a todos los efectos ciudadanos europeos con documentación europea. El Reino Unido presentó hace una semana un proyecto de ley para impedir retornar a yihadistas radicales, pero ya ha acumulado tantas críticas de expertos y organizaciones en defensa de las libertades civiles, que no parece probable que termine por llevarse a cabo.