Frei Betto, seudónimo de Carlos Alberto Libânio Christo, y otros destacados pensadores, sacerdotes y obispos exponentes de la Teología de la Liberación, una línea progresista del catolicismo originada en los años 60 en América Latina, fueron blancos preferidos de críticas y hasta sufrieron la censura del Papa saliente.
Ratzinger fue el más férreo opositor de esta corriente, que enfatiza la necesidad de enfrentar las injusticias sociales a partir del compromiso cristiano de opción por los pobres. Incluso desde su anterior función como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sucesora de la Inquisición, prohibió enseñar teología a personalidades como el suizo Hans Küng y el brasileño Leonardo Boff.
Betto lo dice claramente, «soy muy pesimista» respecto de que el nuevo Papa cambie el rumbo conservador de la Iglesia Católica y la modernice. Fray Betto es autor entre otros libros de «Fidel y la religión», también es amigo y exasesor especial en el comienzo del gobierno del izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) en programas como «Hambre Cero».
- ¿Qué repercusiones tendrá para la Iglesia Católica, en especial para Brasil y el resto de América Latina, la renuncia anunciada por el papa Benedicto XVI?
Frei Betto.- Creo que para Brasil en especial la única consecuencia será rehacer toda la propaganda de la Jornada Mundial de la Juventud, que se realizará del 23 al 28 de julio en Río de Janeiro, cambiando la imagen de Benedicto XVI por la de su sucesor, que será elegido en marzo. La renuncia en sí misma no tiene mayores efectos. La elección de un nuevo pontífice sí, dependiendo de la orientación que imprima a la Iglesia Católica.
- ¿En ese sentido podemos anticipar una modernización de la Iglesia?
F.B.- No soy optimista por las siguientes razones: Benedicto XVI cumplirá un rol principal en la elección del nuevo Papa. Y decidió continuar viviendo en el Vaticano. Es así que la Iglesia corre el riesgo de tener por un tiempo un doble poder. El nuevo Papa jamás hará algo que desagrade a su antecesor. Por lo tanto mantendrá la prohibición de que se debatan en la Iglesia temas como el aborto, el fin del celibato sacerdotal, el derecho de las mujeres al sacerdocio, el uso de preservativos, la aplicación de células madre, la unión de homosexuales, etcétera. Después de la muerte de Benedicto XVI entonces sí sabremos qué piensa y qué quiere el nuevo pontífice.
- ¿De qué manera imprimió su conservadurismo Joseph Ratzinger en América Latina y Brasil?
F. B.- No afirmo que Benedicto XVI dio continuidad a Juan Pablo II (1978-2005) porque, de hecho, era el inspirador y teórico de las medidas conservadoras tomadas por el polaco Karol Wojtyla. Los dos se negaron a implementar las decisiones del Concilio Vaticano II (1962-1965), ¡un encuentro realizado hace 50 años! Los dos descartaron obispos progresistas y nombraron conservadores, dieron más importancia a movimientos como el (ultraconservador) Opus Dei que a la Pastoral Popular o a las Comunidades Eclesiales de Base. Y los dos eran eurocéntricos.
La diferencia es que Juan Pablo II tenía la cabeza de derecha y el corazón de izquierda, o sea conservador en la doctrina y progresista en las cuestiones sociales, tanto como ser crítico del neoliberalismo y elogiar la revolución cubana. Benedicto XVI, en cambio, nunca tuvo sensibilidad por las cuestiones sociales.
- ¿Qué rumbo pueden tomar a partir de su renuncia las líneas progresistas dentro de la Iglesia, como la Teología de la Liberación, que supieron tener un gran peso en América Latina?
F. B.- La línea progresista perdura en las bases de la Iglesia Católica, a través de las Comunidades Eclesiales de Base y de las pastorales populares (operaria, indígena, ancianos y otras), en la producción de los teólogos de la liberación. No obstante, esta estructura perdió en las últimas décadas el apoyo de obispos y cardenales.
- El último censo de Brasil indica que la Iglesia Católica perdió 1,7 millones de fieles entre 2000 y 2010. De este modo, el 64,6 por ciento de los 192 millones de habitantes del país se declaran seguidores de esta fe, cuando en 1970 llegaban al 90 por ciento. ¿Cómo explica usted este franco debilitamiento, que también se aprecia en el resto de América Latina?
F. B.- Estamos en un cambio de época, en el pasaje de la modernidad a la posmodernidad. Sin embargo, la Iglesia Católica todavía arrastra en sí resquicios medievales, como la división territorial en parroquias, y apenas dialoga con la modernidad. De ahí su dificultad para entender e insertarse dentro de la modernidad. La Iglesia Católica ni siquiera sabe lidiar con las nuevas tecnologías electrónicas esenciales para el trabajo de evangelización. Es en ese punto que las iglesias neopentecostales son maestras, aunque su contenido sea alienante.
- ¿En ese contexto, qué posibilidad de revertir esa merma de creyentes en Brasil tiene la Iglesia Católica con un nuevo Papa?
F. B.- La iglesia católica en Brasil se ha vaticanizado cada vez más. La Conferencia Nacional de Obispos, que tuvo un papel profético bajo la dictadura militar (1964-1985) * y hasta los años 90, ahora se recoge en la sacristía, dejando de ser la voz de los que no tienen voz.
* Por su actuación política opositora, Frei Betto fue encarcelado en dos ocasiones por la dictadura.