Altos diplomáticos y funcionarios militares de Estados Unidos urgen a los gobiernos africanos y de Occidente a intensificar la lucha mundial contra la caza furtiva e ilegal, mientras aumentan las evidencias de que esta actividad se usa para financiar organizaciones delictivas y terroristas en varias partes de África.
Esto suma presión para la Conferencia sobre el Comercio Ilegal de Biodiversidad, que se realizará en Londres en febrero. Los grupos acusados incluyen a Al Shabab en Somalia y al Ejército de Resistencia del Señor (LRA) en Uganda y Sudán del Sur, a los que se señala como responsables de la matanza de rinocerontes salvajes, así como de elefantes y otras especies protegidas, para vender sus colmillos.
Esta clase de tráfico está asociada con un comercio ilícito enormemente lucrativo. «Aunque se han producido muchos avances (contra la caza furtiva), todavía no hemos podido frenar este delito, no ganamos impulso», explica el general retirado Carter Ham, que lideró el Comando de Estados Unidos para África (Africom) hasta abril de 2013. «Ahora es el momento», asegura.
Ham sugiere que una respuesta efectiva a la caza furtiva en África puede incluir un fuerte componente militar, que involucre el uso de vehículos aéreos no tripulados. «El uso de drones es deseable y también tiene probabilidades de ser muy efectivo».
Peter Westmacott, embajador británico en Estados Unidos, apoya el llamamiento para focalizar una mayor seguridad en la lucha contra la caza furtiva y el tráfico de biodiversidad. «El comercio ilegal de biodiversidad es una tragedia para el mundo natural, pero también para la seguridad internacional», señala. Un paso importante será la Conferencia de Londres.
Organizado por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites), con el auspicio del gobierno británico, se celebrará en la capital británica el 13 de febrero. El Centro Stimson, con sede en Washington, ha publicado este mes un informe «Killing Animals, Buying Arms» (matando animales, comprando armas), sobre el creciente vínculo entre la caza furtiva y el terrorismo, basándose en una investigación realizada en Kenia.
El estudio señala que «el punto máximo de caza furtiva y delitos vinculados a la biodiversidad coincide con la mayor presencia de sofisticados criminales transnacionales organizados y organizaciones terroristas». «Aunque no conocemos el alcance total de (esta) relación, sabemos que hay un vínculo importante entre caza furtiva y (...) seguridad», dice Jonah Bergenas, subdirector de la Iniciativa de Manejo Más Allá de las Fronteras del Centro Stimson y autor del informe. «Tenemos que tratar este asunto no solo como un desafío de conservación, sino también como un desafío de seguridad que requerirá un enfoque integral, que conlleve la creación de asociaciones tanto dentro como fuera del gobierno», agrega. Opina que los gobiernos de África y de Occidente deberían cooperar con los actores locales para brindar una solución verdaderamente global.
Una tentación lucrativa
Según el informe, la caza furtiva se usa para financiar una industria de 19.000 millones de dólares en todo el mundo, extendiéndose desde África hasta Asia oriental y los países occidentales. China impulsa buena parte de la demanda. El impacto sobre la naturaleza ha sido marcado, y ha aumentado significativamente en los últimos años. Solo en 2012 y 2013 se mataron ilegalmente casi 60.000 elefantes y más de 1.600 rinocerontes. Expertos estiman que un cuerno de rinoceronte vale 50.000 dólares por libra (casi medio kilogramo) en el mercado ilegal, más que el oro o el platino.
Por eso resulta muy difícil resistir ante la caza furtiva, plantean los activistas. «La mayoría de las personas saben que esto está mal, pero es necesario hacer una distinción entre los cazadores furtivos», apunta Andrea Crosta, director ejecutivo de la Liga de Acción por los Elefantes, con sede en Estados Unidos. «En un extremo está el pobre indígena local que no tiene trabajo y simplemente necesita el dinero. En el otro, están las pandillas criminales organizadas, con armas y dinero, que pueden sobornar a los guardas forestales y obtener su información».
Un par de colmillos puede venderse por el precio equivalente al salario de varios años en muchos países africanos. «Para alguien desempleado y con una gran familia que alimentar, es mucho dinero. Ellos saben que está mal, pero la tentación es demasiado fuerte», señala Crosta.
Junto con un equipo de miembros de la Liga, Crosta pasó buena parte del trienio 2010-2012 investigando la caza furtiva en África oriental. Concluyeron que grandes cantidades de marfil ingresaban a Somalia de un modo sistemático y organizado. Luego descubrieron que el tráfico era administrado por Al Shabab. «Estábamos encubiertos, simulando ser investigadores y zoólogos, y así pudimos hablar con pequeños y grandes comerciantes, cazadores furtivos e intermediarios», explica Crosta, que actualmente vive en Holanda.
El equipo evidenció un sistema de tráfico secreto, en que mensualmente ingresaban a Somalia entre una y tres toneladas de marfil facilitadas por Al Shabab.
Marfil sangriento
Diplomáticos y otras personas llaman ahora a los gobiernos de Occidente y África a aunar recursos para poner fin a este mercado ilícito. «La gente tiene que entender que el comercio de biodiversidad es similar al de los diamantes de sangre», explica el director ejecutivo de WildAid, Peter Knights. Su organización busca poner fin al tráfico de naturaleza en todo el mundo.
Knights observó que una campaña de concientización similar a la que intentó deslegitimizar el fenómeno de los diamantes de sangre puede servir para frenar la caza ilegal. «Una de las mejores maneras de hacer esto es desfinanciar (la caza furtiva) del lado de la demanda, educando a los consumidores en Asia y otros países y urgiéndolos a no comprar estos productos».
«Los consumidores tienen que comprender que estos productos no proceden de una muerte natural y que su compra impulsa esta actividad, que (también) se está matando a los cazadores furtivos y que las ganancias derivadas de esta práctica se usan para financiar actividades ilegales», enfatiza.
De hecho, los activistas sostienen que a menudo se pasa por alto el aspecto humano de la caza furtiva. Miles de cazadores mueren cada año mientras capturan elefantes y rinocerontes, a menudo dejando a sus familias sin ningún sustento.
Por primera vez, China destruyó públicamente el 6 de enero 6,1 toneladas de marfil, mientras Estados Unidos hizo algo similar en noviembre. La acción de Pekín fue aplaudida por Washington y organizaciones conservacionistas, por el peso del país en el comercio mundial de naturaleza. «Fue un gesto público importante, pero insuficiente», dice Crosta. «El gobierno chino debe ser activamente presionado, incluso por Estados Unidos, a fin de reducir su demanda interna».