Esa amenaza se cernirá sobre la cabeza del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu el mismo tiempo que le lleve acordar las fronteras previas a 1967 como base para el fin de la ocupación, que ya lleva 46 años.
En ausencia de tal compromiso por parte de Netanyahu, lo que ha cimentado el camino para que se reanudaran las conversaciones de paz tras una interrupción de cinco años es que el gabinete israelí aprobó la liberación de 104 prisioneros palestinos que están en cárceles del Estado judío desde hace más de 20 años, además de congelar de forma parcial y no oficial las colonias.
Los medios de comunicación israelíes informaron que Netanyahu se comprometió con el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, a limitar la emisión de permisos de construcción en los asentaientos judíos a 1.000 unidades habitacionales en bloques durante los nueve meses asignados a las conversaciones de paz. Pero hasta ahora no se ha emitido ninguno.
Su ministro de Defensa, Moshé Yaalon, se refirió en los medios israelíes a «muchas consideraciones estratégicas, que pueden revelarse en el futuro», como catalizador para las decisiones tácticas de su país.
¿Cuáles son esas consideraciones estratégicas ocultas?
Por un lado, Netanyahu teme que, en ausencia de avances en el frente de paz, Estados Unidos se muestre reticente a brindar apoyo diplomático o militar a eventuales ataques aéreos israelíes contra sitios nucleares de Irán.
Aunque Netanyahu descarte un ataque, si al mismo tiempo se niega a negociar seriamente con los palestinos, puede perder capacidad para influir en el manejo internacional de la crisis nuclear de Irán.
También puede resultarle más difícil que se considere internacionalmente la posición de Israel sobre la guerra civil en Siria, o sobre el riesgo de un posible conflicto similar en Egipto.
Por otro lado, a Estados Unidos y a la Unión Europea (miembros del Cuarteto para la Paz en Medio Oriente más cercanos a Israel que los otros dos, que son la Organización de las Naciones Unidas y Rusia) les resultará extremadamente difícil convencer a sus aliados árabes de que son suficientemente poderosos para manejar la crisis en Siria y Egipto, y con Irán, si no tienen poder en relación a Israel.
En ese caso, un ataque militar contra instalaciones nucleares de Irán – sea o no apoyado o avalado por Estados Unidos- sería duramente criticado, y no solo por parte del mundo árabe. También perjudicaría los intereses de Washington en Oriente Medio.
Otros elementos afectan el pensamiento estratégico de Israel
Aunque ya ha quedado claro que Kerry logró relanzar el proceso de paz, la UE decidió continuar presionando a Israel y divulgó nuevas pautas que requieren que sus Estados miembros aprueben futuros acuerdos de financiación y cooperación con entidades israelíes.
Ya varias organizaciones europeas participan de la campaña Boicot, Sanciones y Desinversión (BDS) contra Israel. Pero, además, la nuevas directivas de la UE, que entrarán en efecto en 2014, prohiben acuerdos de los Estados miembros con grupos o individuos israelíes que operen más allá de las fronteras previas a 1967.
En el caso de cualquier futuro acuerdo de ese tipo, Israel tendrá que certificar que el beneficiario respeta las nuevas pautas.
Por supuesto, Netanyahu rechaza categóricamente esto porque supondría suscribir la postura de la UE de que las reclamaciones de soberanía que Israel hace sobre la ocupada Cisjordania y sobre Jerusalén oriental es ilegítimo.
Quedan cinco meses para que, a comienzos de 2014, Israel muestre avances en la mesa de negociación y logre mejores términos para la implementación de futuros acuerdos con la UE.
Otra consideración israelí es la amenaza de otra temporada de reprobaciones en la reunión anual de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
En los últimos dos años, tanto la Asamblea General como el Consejo de Seguridad se ocuparon de la petición palestina de ser reconocida como estado. En 2011, la medida se postergó, pero volvió a la palestra al otoño siguiente.
En 2012, la Asamblea, de 193 miembros, votó abrumadoramente a favor de elevar el estatus de Palestina de «entidad observadora no miembro» a «estado observador no miembro». Eso le confiere el derecho de integrar instituciones como la Corte Penal Internacional.
En ese caso, Palestina adquirirá poder para iniciar procedimientos penales contra colonias judías o contra cualquier ataque militar israelí, perpetrado por ejemplo contra la franja de Gaza.
Aunque el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, sucumbió a la presión conjunta de Estados Unidos e Israel y dejó en suspenso su campaña para la creación de un estado palestino, en términos generales, cuanto más se potencian internacionalmente el estatus y la legitimidad de los palestinos, más se deterioran el estatus y la legitimidad de Israel.
Llegado septiembre, Netanyahu habrá entendido que no tiene poder para plantarse contra las iniciativas antiisraelíes en la ONU.
En los políticos israelíes se está abriendo paso la idea de que la amenaza estratégica para su país no son los propios palestinos, sino el estancamiento de las negociaciones.
De ahí que, al llegar a Estados Unidos para la apertura oficial de las conversaciones de paz, el equipo de negociadores israelíes fuera primero a reunirse con el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
El fin de la reunión no era solo informar a Ban Ki-moon sobre la reanudación de las negociaciones, sino asegurarse de que la ONU las apoyaría y, en consecuencia, impediría cualquier iniciativa unilateral contra Israel durante el proceso.
En medio del escepticismo y el pesimismo reinantes en la región, puede establecerse un paralelo histórico con la repentina insistencia de Israel en lograr la paz.
La retirada de militares y civiles israelíes de la franja de Gaza que hace exactamente ocho años impuso el ex primer ministro Ariel Sharon la iniciaron las amenazas de aislamiento diplomático.
Una enorme espada de Damocles pende sobre la cabeza de Israel, dado que el mundo está harto de la ocupación.
El estatus de Israel depende ahora de cómo valore la comunidad internacional las vicisitudes del proceso, y de cómo evalúe los avances hechos por Israel en la dolorosa puja hacia un acuerdo final.
El aislamiento diplomático a Israel es lo que finalmente puede darle la mejor oportunidad a la paz.