Empecemos sumando los pros y los contras del desarme nuclear.
Del lado de los pros, tenemos al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, crucial para el problema, que se ha manifestado reiteradamente sobre el asunto, y ha aminorado la marcha.
En un discurso que dictó en la Universidad de Purdue el 16 de junio de 2008, dijo: «Es tiempo de enviar al mundo un claro mensaje: Estados Unidos busca un mundo sin armas nucleares... Convertiremos el objetivo de eliminar todas las armas nucleares en un punto central de nuestra política nuclear».
No hubo referencias a cuánto tiempo podría llevar eso. Un año después, en su famoso discurso de Praga, el 6 de mayo de 2009, Obama dijo: «Declaro abiertamente y con convicción el compromiso de Estados Unidos de buscar la paz y la seguridad de un mundo sin armas nucleares».
Pero agregó que ese objetivo no se alcanzaría rápidamente, tal vez no mientras él, que entonces tenía 48 años, estuviera vivo.
Cuatro años más tarde, el 19 de junio de 2013 en Berlín, Obama dijo: «Paz con justicia significa buscar la seguridad de un mundo sin armas nucleares, sin importar cuán distante pueda estar ese sueño».
Para ser sinceros, la trayectoria hacia la abolición anunciada en Praga ha sido implementada o bloqueada sin la participación del presidente. Se negoció con Rusia una reducción sustancial de las armas nucleares y se disminuyó el papel de las armas nucleares en la estrategia de seguridad de Estados Unidos.
La ratificación del Tratado Exhaustivo de Prohibición de Ensayos y la negociación de un Tratado de Materiales Fisibles, ambos favorecidos por el gobierno de Obama, se han mantenido en suspenso, uno por parte del Senado de Estados Unidos y el otro por otro país.
Pero reducción no es lo mismo que eliminación, y los departamentos estadounidenses de Defensa y de Energía continúan acometiendo políticas que son claramente incompatibles con el desarme nuclear, a saber:
- La Estrategia del Empleo Nuclear de Estados Unidos, emitida por el Departamento de Defensa el 19 de junio de 2013, establece que las armas nucleares solo se usarán en circunstancias extremas, pero que es demasiado pronto para limitar su uso estrictamente a la disuasión.
- La Evaluación de Tecnologías de Seguimiento y Verificación Nuclear, divulgada por el Consejo de Ciencias de Defensa en enero, admite que por primera vez desde que comenzó la era atómica, Estados Unidos tiene que estar preocupado no solo por la proliferación horizontal, por ejemplo a los países que no poseen armas nucleares, sino también por la proliferación vertical, por ejemplo en las naciones que sí las tienen.
Pero el informe de 100 páginas no hace referencia alguna a los requisitos de seguimiento y verificación en un mundo libre de armas nucleares.
El 6 de este mes, en una evidente violación del espíritu, si no del texto, del Tratado de No Proliferación Nuclear, Estados Unidos anunció que había llevado a cabo un exitoso ensayo de impacto (sin incluir una explosión) de la bomba nuclear B-61.
Donald Cook, viceadministrador de Defensa en ese departamento, dijo que la ingeniería de la nueva bomba había comenzado y que esto permitiría reemplazar modelos más antiguos «para mediados o fines de los años 2020».
De ahí que la política de Estados Unidos sobre desarme nuclear sea, por lo menos, heterogénea, y la de las otras ocho potencias nucleares armadas no es mucho mejor.
Ahora pasemos a las buenas noticias. En 2013 las potencias no nucleares tomaron medidas más alentadoras hacia el desarme nuclear que en los años previos:
• En febrero, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania, miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), organizó un Foro sobre la Creación de las Condiciones y la Construcción de un Marco para un Mundo Libre de Armas Nucleares, convocado por la Iniciativa de las Potencias Medias. Participaron 26 gobiernos y varias organizaciones de la sociedad civil.
• En marzo, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Noruega, otro país de la OTAN, convocó en Oslo a una Conferencia sobre el Impacto Humanitario de las Armas Nucleares, a la que asistieron 128 gobiernos y varias organizaciones de la sociedad civil.
• El 21 de octubre, el embajador noruego ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Dell Higgie, entregó al Primer Comité del foro mundial la declaración adoptada por 125 países, muchos de los cuales habían participado en la conferencia de Oslo. Allí se estableció que la única manera de garantizar que las armas nucleares nunca vuelvan a usarse es eliminándolas por completo.
• El grupo especial de trabajo de composición abierta sobre el Desarme Nuclear, establecido por la ONU, se reunió por primera vez en mayo en Ginebra y en agosto produjo un informe para la Asamblea General del organismo, que planteaba una variedad de enfoques, destinados a alcanzar el desarme nuclear, incluyendo una sección sobre el papel del derecho internacional.
• También por primera vez, la Asamblea General de la ONU mantuvo el 26 de septiembre una reunión de alto nivel sobre desarme nuclear, en la que país tras país, representado por su presidente, ministro de Relaciones Exteriores u otro alto funcionario, llamó a un pronto y efectivo avance hacia un mundo sin armas atómicas.
• Por último, y lo más importante, durante la conferencia de seguimiento de Oslo, realizada en la ciudad mexicana de Nayarit, el 13 y 14 de este mes, Sebastian Kurz, ministro de Relaciones Exteriores de Austria, anunció que convocaría a una conferencia en Viena a fines de este año, porque «los esfuerzos internacionales de desarme nuclear requieren un cambio urgente de paradigma».
La conferencia de Viena no será simplemente un tercer simulacro de los horrores indecibles de las armas nucleares. Abordará asuntos serios, tal vez incluso empezará a redactar el borrador de una convención que prohíba el uso y la posesión de estas armas, como sugirió el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
Pero hay un problema: los países que tienen armas nucleares han boicoteado tanto la reunión de Oslo como la de Nayarit. ¿Qué ocurrirá si también boicotean Viena? Esa es la cuestión. También es el desafío que enfrenta a la creciente comunidad contraria a las armas nucleares, tanto oficial como no oficial. La vergüenza puede ser una herramienta de la diplomacia.
El Tratado de No Proliferación, que para las potencias nucleares es apenas meras palabras, requiere esfuerzos de buena fe de parte de todos los estados para lograr un mundo libre de armas nucleares. Este es un buen momento para recordarles a los Estados nucleares, y particularmente a los cinco grandes, esa obligación tan importante.