El hombre de negocios que encontró «El principito» en el cuarto planeta llegó a contar (o a poseer) quinientos un millones seiscientas veintidós mil setecientas treinta y una estrellas, pero en el IAC de Canarias, saben como El principito que «solo hay una estrella que sigue brillando como la más bonita del firmamento», el sol. Y ahora la podrán observar con una nitidez desconocida hasta la actualidad. El telescopio Gregor, tiene una apertura de diamétro de 1,5 metros superior al del resto de telescopios y una avanzada tecnología con la que pueden seguir los procesos físicos de la superficie solar en escalas pequeñas, de hasta 70 kilómetros.
Los técnicos han conseguido adaptar la óptica para que pueda compensar las turbulencias atmosféricas y trabajar tanto en el rango visible como en el infrarrojo, gracias a un espectógrafo especial. El telescopio puede realizar observaciones minuciosas de la cromosfera y la fotosfera solar, la capa de la que procede la mayor parte de la luz y el calor que recibe la Tierra.
Manuel Collados, investigador principal del instrumento GRIS (Grating Infrared Spectrograph) destaca que «esperamos obtener datos de una calidad superior a la de los telescopios espaciales». A juicio de este investigador del IAC, Gregor es un «banco de pruebas» de cara a la futura construcción del Telescopio Solar Europeo (EST, en sus siglas inglesas) que contará con un espejo primario de cuatro metros.
Gregor ha sido construido por un consorcio alemán bajo el liderazgo del Kiepenheuer-Institut für Sonnenphysik en Friburgo. También han participado el Leibniz-Institut für Astrophysik Potsdam, el Max-Planck-Institut für Sonnensystemforschung en Katlenburg/Lindau, el Institut für Astrophysik Göttingen, el Astronomical Institute of the Academy of Sciences de la República Checa y el Instituto de Astrofísica de Canarias.
Quizá a los científicos que trabajen con Gregor les pase lo mismo que al Principito, y puedan ver muchas puestas de sol seguidas, con sólo mover la silla.