Si un socio comercial preferente de la Unión hubiera privatizado una empresa europea, las autoridades comunitarias habrían abierto un conflicto diplomático para defender las garantías jurídicas de la empresa en cuestión. También habrían actuado si, en lugar de gais o lesbianas, la población afectada hubiera sido una minoría nacional o racial. Como ocurrió cuando la comisaria de Justicia, Viviane Reding, intervino en defensa de los ciudadanos rumanos a los que Sarkozy trató como nunca pensamos que volvería a actuar un líder europeo en la Europa de posguerra.
Reding actúo bien, en defensa de los derechos humanos de una minoría que estaba siendo perseguida. Apeló a los tratados europeos y a la Carta Europea de Derechos Fundamentales. En aquel entonces, la comisaria de Justicia cumplió con su papel de guardiana de la dignidad de la ciudadanía europea.
No sólo se ha inhibido en Rusia. Desgraciadamente, la Unión guarda en su historial más de un incumplimiento que convierte a la Unión en un territorio de libre circulación de la homofobia. Si se trata de defender la libre competencia y la libertad de mercado, la maquinaria pesada de la UE actúa con rapidez y energía; si es la ciudadanía quien sufre las restricciones a su libertad o es atacada su igualdad y dignidad humana, la UE se inhibe y hace mutis por el foro.
Sin necesidad de mirar hacia Rusia, con quienes tenemos una ultradependencia energética que nos convierte en vasallos de un Estado autoritario al que tenemos como socio preferente, dentro de la misma Unión existen países con legislaciones y actitudes homofóbicas flagrantes que convierten a la población homosexual en personas de segunda división, en un continente que presume por el mundo de defender la libertad e igualdad de sus ciudadanos.
En Europa, la libertad de circulación entre los países de la UE queda restringida cuando es una pareja del mismo sexo. Si una española marcha a vivir a Rumanía con su esposa, allí dejará de ser una mujer casada y sus derechos asociados a la institución matrimonial dejan de tener validez. En Hungría, los homosexuales son constitucionalmente «antinaturales». Sin embargo, todas las gestiones que la Comisión Europea ha hecho, para la modificación de la Constitución magiar, son para que garantice la independencia del Banco Central de Hungría. La libertad de los gais vale menos que la de los capitales y el poder financiero.
En Lituania existe una ley muy similar a la recientemente aprobada por Rusia, la UE no llama a filas a uno de sus Estados Miembros para recordarle que la Carta Europea de Derechos Fundamentales es también de obligado cumplimiento y disfrute para los lituanos. En la sanidad irlandesa, el médico se puede negar a informar al novio de su paciente y negarle el régimen de visitas. La UE guarda no sabe no contesta.
En la República Checa, las autoridades miden el miembro viril de los homosexuales que piden asilo para protegerse de la cárcel y muerte con la que algunos países del mundo los premia. Si el pene es de un tamaño considerable, es imposible ser gai para las autoridades checas. Viviane Redding aún no ha ido de visita oficial al Estado checo como sí visitó Francia para decirle a Sarkozy que a los rumanos no se les puede expulsar como seres humanos apestados.
En Rumanía, Eslovaquia o Bulgaria, la manifestación del Orgullo LGTB se salda con más heridos que manifestantes. La ultraderecha se encarga de corregir la desviación de los homosexuales ante la impasividad de las autoridades comunitaria.
La vulneración de los derechos humanos de gais, lesbianas y transexuales es tan descarada que para que Polonia firmara el Tratado de Lisboa, la UE le adecuó un tratado a la carta para que este país quedara exento de cumplir el Derecho de Familia y así poder seguir discriminando a placer. Es más, el actual comisario de Salud es un conocido homófobo maltés que considera que una pareja del mismo sexo no puede optar a una vivienda pública en Malta. Seres inhumanos gobernando a seres humanos.
La Unión no ha sido aún capaz ni de poner en marcha una normativa, aprobada por el Parlamento Europeo, que podría poner fin a la mayoría de las discriminaciones que sufren las personas homosexuales y transexuales. El silencio ante el atropello de Rusia es uno de los silencios infames que guarda los líderes comunitarios cuando son los homosexuales o transexuales los que ven incumplidos sus derechos humanos. Un silencio más. No será el último silencio. Lo que sirve para que los capitales sean libres no vale para la libertad de las personas que aman a personas de su mismo sexo.
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