Mientras el destino de Ucrania pende de un hilo, políticos de Estados Unidos, tanto del gobernante Partido Demócrata como del opositor Partido Republicano, se desesperan por sacar ventaja de la crisis.
Los republicanos en el Congreso legislativo critican al presidente Barack Obama por su «temblorosa inacción». Mientras, la demócrata Hillary Rodham Clinton revivió la postura belicista que exhibía cuando ocupó el cargo de secretaria de Estado, al comparar las acciones del mandatario ruso Vladimir Putin con las de Adolf Hitler.
La crisis en Ucrania, agravada por la ocupación rusa de Crimea, se convirtió en el principal tema de debate en el panorama político estadounidense, que se prepara para las elecciones legislativas de este año y que ya tiene la mira en los comicios presidenciales de 2016.
Mientras, en Ucrania, aunque no parece haber nuevos casos de violencia, la situación es sumamente tensa.
A fines de febrero, un movimiento de protesta proeuropeo provocó la salida del presidente prorruso Viktor Yanukóvych y la formación de un nuevo gobierno. Pero este despierta rechazo en áreas del país con importante presencia de ciudadanos de origen ruso.
La resistencia al nuevo gobierno ha sido más fuerte en la sureña península de Crimea, república autónoma ucraniana donde los rusos son mayoría. Allí también está apostada la flota rusa del mar Negro, gracias a un acuerdo entre Kiev y Moscú vigente hasta 2042.
Putin envió tropas a la península para neutralizar las fuerzas de Kiev. Después de que hombres armados entraran el parlamento local la semana pasada, los legisladores eligieron a un nuevo primer ministro de Crimea, Sergei Aksynov, leal a Moscú.
El jueves 6, el parlamento de Crimea aprobó una resolución para solicitar la adhesión a Rusia, que deberá ser validada en un referendo el 16 de este mes. El resultado de la consulta es difícil de pronosticar, ya que también hay muchos habitantes de la península de origen ucraniano y tártaro.
El actual secretario de Estado estadounidense, John Kerry, intentó negociar una salida a la crisis, pero sus reuniones en París y Roma con su par ruso Sergei Lavrov no lograron resultados. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea trabajan rápidamente para aprobar paquetes de ayuda financiera al nuevo gobierno de Ucrania, que debe afrontar una economía en rápido deterioro.
Esos esfuerzos diplomáticos no han impedido que los críticos de la administración de Obama aprovecharan para acusarlo nuevamente de no ser lo bastante fuerte en política exterior.
En 2011, congresistas republicanos promovieron una respuesta militar a la crisis en Libia, lo que ayudó a forzar a Obama a intervenir en ese país del norte de África. En agosto del año pasado, la Casa Blanca también fue acusada de debilidad frente al uso de armas químicas en la guerra civil siria.
Las críticas llevaron a Obama a solicitar autorización al Congreso para usar la fuerza militar, pero su iniciativa quedó en ridículo frente a un plan auspiciado por Rusia para que el régimen de Bashar al Assad entregara voluntariamente su arsenal químico.
Ahora, los mismos críticos de Obama reciclan sus argumentos.
El rival de Obama en las elecciones presidenciales de 2008, el senador republicano John McCain, repitió las razones que expuso durante las crisis en Libia y Siria al hablar este lunes en la sede del Comité Estadounidense-Israelí de Asuntos Públicos (Aipac, por sus siglas en inglés).
La situación en Ucrania, dijo, «es resultado de una política exterior irresponsable por la que ya nadie cree en la fortaleza de Estados Unidos».
Su correligionario en la Cámara de Representantes, Tom Cotton, criticó a la administración de Obama por su «temblorosa inacción». Los republicanos tienen la meta de recuperar el control del Senado en las elecciones legislativas de noviembre.
Por su parte, Hillary Clinton tiene la mirada puesta en las presidenciales de 2016. Durante su campaña de 2008, se burló de Obama por su falta de experiencia en política exterior y calificó de «ingenua» su disposición a dialogar con los adversarios de Estados Unidos.
Sin embargo, Obama ganó las elecciones y la nombró secretaria de Estado. En su nuevo cargo, Clinton implementó la misma política exterior que había criticado, en particular cuando negoció con el régimen militar de Birmania.
A pesar de sus recelos con Putin –durante la campaña de 2008 dijo que el presidente ruso carecía de alma—, Clinton condujo el equipo responsable de reactivar las relaciones con Moscú.
Aunque sus reservas sobre Putin no son nuevas, sus comentarios comparando la incursión militar rusa en Crimea con la invasión nazi a la región checoeslovaca de Los Sudetes en 1938 marcaron una distancia con la administración a la que una vez sirvió.
Aunque ella no ha dicho expresamente que Obama es débil, es evidente su insinuación de que es demasiado contemporizador. Pese a todo esto, el oficialismo y la oposición en Washington no difieren mucho en sus recomendaciones sobre cómo afrontar la crisis en Ucrania.
El gobierno de Obama ha enviado aviones de combate a la región, pero solo para vigilar el espacio aéreo. Nadie habla aún de opciones militares. La única diferencia de opinión es sobre la mezcla justa de sanciones económicas y castigos diplomáticos a adoptar.
Pero, por supuesto, las discrepancias políticas en Washington quedan eclipsadas por la profunda animosidad entre los ucranianos que apoyan a Moscú y los que respaldan al nuevo gobierno en Kiev.
A pesar de las manifestaciones y las contramanifestaciones, la tensión entre las tropas rusas y las ucranianas en Crimea, y la toma y liberación de edificios públicos por parte de diferentes facciones en el este de Ucrania, no se han producido más enfrentamientos. Los últimos choques ocurrieron el mes pasado en Kiev entre las fuerzas de seguridad y los opositores a Yanukóvych, en los que murieron decenas de personas.
Aunque los políticos estadounidenses no estén dando un ejemplo, aún hay posibilidades de que las partes en Ucrania alcancen un acuerdo que mantenga unido al país y proteja los derechos de las minorías.
Esto dependerá en gran medida de las intenciones de Rusia y de las reacciones en Ucrania, pero también de la capacidad de las autoridades estadounidenses de mantener bajo control sus ambiciones partidistas.