México, con casi 117 millones de habitantes, es uno de los escenarios en los que se registra más cantidad de casos de pederastia cometidos por prelados católicos y donde la norma ha sido la impunidad.
El alemán Joseph Ratzinger, que asumió el papado el 19 de abril de 2005 como Benedicto XVI y que este lunes anunció su retiro del cargo a fin de mes, «deja una herencia muy compleja y que, en el momento que vive la Iglesia, la deja en medio de una severa crisis», nos dice el sociólogo de las religiones Bernardo Barranco. «El tema de los abusos sexuales puso en evidencia tensiones muy grandes dentro de la curia, sobre cómo resolverlos y la política de encubrimiento».
Ratzinger, a punto de cumplir 86 años, se puso al frente del Vaticano a la muerte de Juan Pablo II, el polaco Karol Wojtyla que había sido designado en 1978, y permanecerá en el cargo hasta el 28 de febrero, luego de lo cual los electores del Colegio Cardenalicio compuesto por los 118 purpurados menores de 80 años, elegirán a su sucesor.
Desde su paso como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe entre 1981 y 2005, la pederastia clerical ha acompañado a Ratzinger como mortaja lacerante, pues ha tenido que lidiar con delitos de este tipo en La Legión de Cristo, fundada en 1941 por el sacerdote mexicano Marcial Maciel (1920-2008), sin que se tomaran medida alguna al respecto.
Maciel, que fue superior general de esta orden desde su creación y hasta 2005, mantuvo relaciones de pareja con dos mujeres, tuvo al menos seis hijos entre 1941 y 1970 y abusó sexualmente de varios seminaristas, según denuncias y testimonios.
Benedicto XVI dispuso en 2006 que Maciel se dedicara al retiro y la penitencia, aunque no adoptó medidas más estrictas en su contra ni de los legionarios. El Vaticano, empero, lo censuró, al calificar su conducta de criminal, «grave y objetivamente inmoral» y acusarlo de haber vivido sin escrúpulos, tras una exhaustiva investigación que culminó con un comunicado en 2010.
Las denuncias de abusos sexuales cometidos por prelados explotaron en Estados Unidos en 2002 y luego se estendieron por países europeos como Alemania, Irlanda y Bélgica, así como en América Latina, especialmente en México y Chile. «Ratzinger no solamente no llevó a cabo una acción determinante para terminar con los riesgos sino que llevó a cabo mecanismos de protección de los casos que conoció y después, ya teniendo la posibilidad de actuar como Papa, no lo hizo», denuncia el exsacerdote mexicano Alberto Athié.
«O nunca le informó y por tanto le ocultó información que era relevante, o le informó y el papa no lo tomó en cuenta», señala Athié, coautor, junto a José Barba y Fernando González, del libro publicado en 2012 «La voluntad de no saber» (http://www.lavoluntaddenosaber.com/), en el cual se exhiben documentos que enumeran los delitos de Maciel y la omisión del Vaticano para proceder en consecuencia.
Athié y otros expertos preparan la impugnación de la canonización en marcha de Juan Pablo II, basada principalmente en la actitud que tuvo ante la conducta anómala de Maciel. El fundador de los legionarios gozó de una relación privilegiada con el Papa polaco, hasta el punto de volverse virtualmente intocable dentro de la estructura jerárquica de la Iglesia Católica.
Casi 84 millones de mexicanos se declaran seguidores de la fe católica, mientras que 10,9 millones profesan el protestantismo, el evangelismo y otras denominaciones religiosas, según el censo nacional de 2010. De hecho, es una de las naciones donde el catolicismo está en crisis, junto con Brasil, el territorio con más cantidad de fieles del continente, y los países de América Central, debido al retroceso de esa denominación y a la decreciente formación de sacerdotes.
El Papa renunciante visitó México en marzo de 2012, pero no aludió a las violaciones y se negó a entrevistarse con víctimas de esas agresiones. La organización no gubernamental Departamento de Investigaciones sobre Abusos Religiosos de México asegura que el 30 por ciento de los 14.000 sacerdotes activos en el país han cometido algún tipo de abuso sexual contra sus feligreses.
Por su parte, la Red de Sobrevivientes de Abusos de Sacerdotes (SNAP por sus siglas inglesas), que agrupa a víctimas en todo el mundo, pidió este lunes al Papa saliente que dedique el tiempo restante en el cargo a proteger a los niños. «Benedicto ha seguido el mismo guión que los funcionarios eclesiales han usado por años, hablando de abuso en términos oblicuos y solo cuando se ven forzados a hacerlo, ignorando los encubrimientos, usando el tiempo pasado (como pretendiendo que los crímenes sexuales y los encubrimientos no están ocurriendo ahora)», dijo esta organización no gubernamental en su página web.
SNAP enfatizó en que «es irrelevante si un líder dice más o menos que su predecesor sobre un tema. Importan los hechos, no las palabras. Y cuando se refiere a acciones, Benedicto ha hecho, dolorosamente, muy poco para exponer a los depredadores, castigar a los facilitadores y proteger a los niños».
La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) defendió este lunes la actuación del jefe del Vaticano ante las denuncias que proliferan. «Ha sido un hombre abierto, honesto, transparente, de decisiones fuertes. Pensemos en los casos más graves que ha enfrentado la Iglesia, como los abusos contra menores, no le ha temblado la mano para actuar con firmeza, con tolerancia cero», manifestó en rueda de prensa monseñor Eugenio Lira, secretario general de la CEM.El Papa ya aplicó una reestructuración de los legionarios, presentes en 22 países, al cesar a sus principales jerarcas, cercanos a Maciel. Sin embargo, no ha procedido a definir una política de indemnizaciones para las víctimas. La orden se enfrenta a varias demandas judiciales en Estados Unidos por complicidad con los abusos cometidos por su fundador.
Según Barranco «La forma de abordar los abusos sexuales va a estar presente en la sucesión. La postura dependerá del nuevo Papa. No se ha dado el paso a un enfoque de víctimas, darles consuelo y acompañarlos. Los ven como una amenaza».
Para Athié, el próximo Papa debe cambiar la respuesta institucional ante la pederastia y el trato a las víctimas. «Lo debería afrontar de manera integral y colaborar con las autoridades correspondientes. Debería cambiarse la política empleada de encubrimiento y protección. Es asumir la responsabilidad de esos encubrimientos en los niveles más altos de la Iglesia Católica», aconseja el especialista, que tuvo que renunciar al sacerdocio ante la indiferencia mostrada hacia sus denuncias.»