Era la última comparecencia de Juncker en la Eurocámara antes de su relevo como presidente del Eurogrupo y ha hecho balance, decepcionado por la poca acogida que han tenido ante sus colegas europeos sus propuestas para relajar los ajustes en los países de la eurozona en dificultades.
Juncker ha citado a Portugal, Grecia, Irlanda, España o Italia, países que han llevado a cabo «ajustes estructurales importantes» y ha dicho que «habría querido que creáramos un sistema de recompensas para los países que hacen todos los esfuerzos que hemos exigido». Sin embargo, ha admitido que su posición es minoritaria en el Eurogrupo.
En su análisis de la situación de la eurozona, el primer ministro luxemburgués ha lamentado que se subestime «la tragedia del paro» y por eso ha reconocido que tiene «muchas dudas» sobre el ritmo del ajuste presupuestario que se exige a determinados países. «Nos habían prometido que la moneda única traería como ventaja un ajuste positivo en los asuntos sociales... y en su lugar ha aumentado el desempleo». Por ello, Juncker ha reclamado «poner en marcha en todos los países y en Europa políticas más activas en el mercado laboral».
El presidente del Eurogrupo aboga por el establecimiento en toda la UE de un salario mínimo legal, que ahora oscila entre los 564 euros en Portugal y 645 euros en España y los 1.425 de Francia o los casi 1.500 de Irlanda. «Es una medida esencial porque si no se perderá el apoyo de la clase trabajadora en Europa», ha señalado ante los eurodiputados.
«La dimensión social de la Unión Europea es el hijo bastardo de la unión económica y monetaria pero hay que mantenerla (...) y hablar de ella en términos concretos, no abstractos», ha sentenciado Juncker, quien cederá el testigo al frente del Eurogrupo el próximo 21 de enero. El ministro de Finanzas holandés, Jeroen Dijsselbloem, es quien tiene más posibilidades de sucederle en el cargo.