Wulff no ha dado su versión de los hechos en una rueda de prensa, sino en una entrevista a los dos principales canales de televisión alemanes, ARD y ZDF. Ha dicho que no dimite porque ha tenido «un gran apoyo en las últimas semanas de muchos ciudadanos, mis amigos y empleados. Me gusta cumplir mis obligaciones, he asumido el cargo por cinco años y quiero demostrar al final de los cinco años que fui un buen presidente».
De momento, no lo tiene fácil. Todo empezó cuando se supo que Wulff había recibido en 2008, cuando era primer ministro de Baja Sajonia, un préstamo de un matrimonio millonario amigo, que fue liquidado con un crédito de un banco público en condiciones favorables. Se conoció también que fue invitado a pasar sus vacaciones en Italia, España y otros lugares por empresarios locales.
Las sospechas de corrupción parecía que iban a más. El diario Bild, el más leído de Alemania, le pidió que diera su versión de los hechos, pero Wulff respondió con una llamada amenazante al director del periódico y a los dueños, el grupo Springer. A partir de ahí, Bild publicó la noticia y otros medios alemanes siguieron dando detalles del caso.
«La llamada al director del Bild fue un grave error, que lamento y por el que pido disculpas», ha dicho hoy Wulff en la televisión. Ha pedido comprensión por su proceder y ha añadido que «asumo mi responsabilidad, pero no he cometido ninguna irregularidad».
El escándalo está afectando a la canciller Angela Merkel, que apoyó decididamente su nombramiento como presidente del país, y a la CDU, partido al que ambos pertenecen. Este mismo miércoles, horas antes de las declaraciones de Wulff, un portavoz de Merkel aseguraba que «la canciller tiene plena confianza en que el presidente responderá exhaustivamente a todas las cuestiones pendientes».
Su dimisión plantearía una complicada negociación para elegir sucesor, pero el caso ha provocado un importante descontento popular que deja en el aire su continuidad al frente del país.