«Estamos condenando a la gente a no tener más opciones. Este es el límite», sentenció Steiner al presentar el quinto informe sobre las Perspectivas del Medio Ambiente Mundial (GEO-5) en Río de Janeiro, justo dos semanas antes de que comience en esta misma ciudad la cumbre Río+20.
Un límite que debe establecerse para un mundo poblado en 2050 por 9.000 millones de personas, con el consecuente aumento de la demanda de recursos, agua y energía.
Sin embargo, el mensaje completo «no es de fracaso», matizó el jefe del PNUMA (Programa de las Naciones para el Medio Ambiente), quien hizo un llamamiento urgente a los gobiernos, a las corporaciones y a la sociedad civil de que tomen conciencia del desafío que la humanidad tiene por delante. «Debemos provocarlos cambios», animó.
Después de tres años de preparación, el informe en el que han trabajado 300 especialistas coordinados por el PNUMA advierte que, sin un cambio urgente en el curso de la humanidad, varios límites críticos pueden ser superados, desencadenando «cambios abruptos e irreversibles» en «las funciones de apoyo a la vida en el planeta». Steiner señala que «tratamos al planeta como si fuera inagotable y así estamos como estamos hoy», y advierte que una «economía verde», de bajo carbono, eficiente en el uso de recursos y generadora de empleos es «necesaria de forma urgente».
Carlos Nobre, secretario de Políticas y Programas de Investigación y Desarrollo del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Brasil, fue el encargado de señalar esos límites «biofísicos» críticos, dos décadas después de la primera Cumbre de la Tierra (Eco-92), que ahora evaluará la Conferencia Mundial para el Desarrollo Sostenible (Río+20). «En muchos aspectos hemos pasado ya del punto en que podíamos implementar el futuro que queremos y en otros estamos muy cerca», alerta Nobre, quien participó en la elaboración del informe GEO-5.
Los ejemplos de lo «abrupto e irreversible» abundan en el documento que servirá de base para que la comunidad internacional reaccione a tiempo, «ahora con pruebas científicas que dejan poco margen de dudas».
Entre otros problemas severos, menciona el deshielo acelerado del mar Ártico y el acelerado derretimiento de glaciares por el calentamiento global. También subraya que los impactos de los cambios complejos ya tienen consecuencias graves para el bienestar humano. En ese contexto se refiere a las sequías prolongadas que, combinadas con presiones socioeconómicas, afectan a la seguridad alimentaria.
Los expertos resaltan el incremento de la temperatura global media por encima de los límites razonables, que en algunos lugares ya tienen impactos significativos en la salud humana, como es el caso de una mayor incidencia del paludismo o malaria, o provoca el aumento del nivel del mar que amenaza a pequeños estados insulares y a las costas continentales.
La mayor frecuencia y gravedad de episodios climáticos como inundaciones y sequías, en un nivel inédito, impactan tanto en los bienes naturales como amenazan la seguridad. «Pérdidas significativas de biodiversidad atentan contra el abastecimiento de servicios eco-sistémicos, que llevan al colapso de diversas actividades pesqueras y a la desaparición de especies usadas para fines medicinales», enumera el informe.
El total de males se cuantificaron en 90 metas ambientales. En 24 ha habido «pocos o ningún avance», entre ellas en el combate al cambio climático, a los procesos de desertificación y a las reservas pesqueras. Además se ha observado un deterioro en ocho metas, como el estado de los arrecifes de coral.
Pero no todas son noticias negativas, según el PNUMA, que identifica avances significativos en cuatro metas: la eliminación de producción y uso de sustancias que destruyen la capa de ozono, así como del uso de plomo en combustibles, el acceso creciente a las fuentes mejoradas de agua y el aumento de estudios para reducir la contaminación del medio ambiente.
Luiz Pinguelli, director del Centro de Posgrado de la Universidad de Río de Janeiro, considera que la situación exige políticas públicas y cambios de comportamiento, patrones y actitudes de las empresas y los gobiernos.
Para Pinguelli que es especialista en energía, entre las buenas noticias está el logro de protocolos «eficientes», como el que consiguió la disminución de sustancias nocivas para la capa de ozono en refrigerantes para frigoríficos y aparatos de aire acondicionado.
En cambio, otro problema que subsiste es la emisión de dióxido de carbono. Hasta el 80 por ciento del consumo de energía primaria en el mundo se da en la suma de carbón, petróleo y gas natural, señala
Por su parte, el colombiano Ernesto Gulh Nannetti, que también formó parte del equipo que elaboró el informe, considerqa que «la mala noticia primero, para seguir con la tradición», es el agravamiento de la situación de «enfermedad económica del planeta». La mayoría de los indicadores muestran la tendencia al deterioro, nos dijo este experto que dirige en su país el Instituto para el Desarrollo Sostenible, Quinaxi.
El informe se refiere a los perjuicios económicos resultantes de los cambios climáticos, que se estiman hará disminuir entre el uno y el dos por ciento del producto mundial bruto hacia 2100 si se concreta el aumento de la temperatura mundial en 2,5 grados. «Si cruzamos esa línea, realmente las consecuencias son impredecibles. Puede haber fenómenos complejos, no lineales, muy fuertes, que alteren el clima del planeta con consecuencias inimaginables», alerta el experto.
Gulh Nannetti añade que es muy preocupante la contaminación de los océanos, con la consecuente desaparición de la pesca, de los corales y de la biodiversidad.
Pero «tal vez por la crisis ambiental, cuyos problemas y costes todos sentimos, se ha generado una conciencia mucho más grande en el sector empresarial, en la comunidad civil y en los dirigentes políticos, aunque a estos últimos todavía les falta involucrarse en el tema ambiental con más énfasis», apunta. «Los líderes políticos son los que tienen la llave de la sostenibilidad en el planeta», concluye.