Al principio, los bombardeos aéreos, combinados con los ataques terrestres de los combatientes peshmergas kurdos apoyados por Irán y las fuerzas especiales iraquíes, lograron repeler al EI de sus posiciones cercanas a Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, y de la represa de Mosul, la segunda mayor ciudad de Iraq.
También recuperaron los distritos de Rabia y Daquq en el norte iraquí, pero hasta el lunes 6 el poder aéreo de Estados Unidos no había logrado evitar que el EI tomara la mayor parte de la ciudad siria de Kobani, un enclave kurdo en la frontera con Turquía. Aun más preocupante es el avance del EI en el llamado triángulo suní, en el extremo oriental de la provincia de Al Anbar, en el noroeste de Iraq.
El Comando Central de Estados Unidos anunció el domingo 5 que había enviado helicópteros artillados a la batalla contra el EI al oeste de Bagdad, en lo que implica una intensificación considerable de la participación directa de Washington en la lucha.
«El uso de helicópteros artillados en operaciones de combate significa que esas fuerzas están en combate», afirma Jeffrey White, un analista de asuntos militares del Instituto de Washington para la Política del Cercano Oriente (WINEP, en inglés), a la cadena de diarios McClatchy Newspapers.
El uso de aeronaves más lentas y de vuelo bajo plantea un riesgo mucho mayor de que las fuerzas estadounidenses sufran bajas, así como el reconocimiento implícito de que los ataques aéreos hasta el momento no han logrado impedir que las fuerzas del EI lanzaran operaciones ofensivas, ha añadido White.
Al parecer, las fuerzas del EI también tomaron el control de Abu Ghraib, el suburbio de Bagdad que se hizo tristemente célebre por los abusos que militares estadounidenses cometieron contra detenidos iraquíes en la prisión homónima durante la ocupación estadounidense.
Varios comentaristas observaron que el aeropuerto internacional de Bagdad, que alberga un centro de comando y aviones de Estados Unidos, incluidos helicópteros de combate, está ahora al alcance de la artillería y los misiles que el EI dispara desde la ciudad. El grupo extremista capturó esas armas en bases militares que las fuerzas iraquíes abandonaron a principios del verano.
En los últimos días, las fuerzas del EI tomaron dos ciudades claves, Kubaisa y Hit, al oeste de la capital de Al Anbar, Ramadi, con la aparente intención de consolidarse en la provincia y obtener el control de un oleoducto clave. Sus avances también aislaron a varias bases militares iraquíes.
Obama prometió repetidamente que no enviaría tropas terrestres a combatir en Siria o Iraq desde que el 10 de septiembre anunció el despliegue de los aproximadamente 1.600 instructores y asesores estadounidenses a ese país frente a la ofensiva del EI. Pero sufre una presión constante para que reconsidere su postura, por parte de legisladores del opositor Partido Republicano e incluso de exfuncionarios del Pentágono, entre ellos Robert Gates.
«La realidad es que no podrán tener éxito contra el EI estrictamente desde el aire, o estrictamente en función de las fuerzas iraquíes, o los peshmergas, o las tribus suníes que actúan por su cuenta», advertía Gates a mediados de septiembre.
«Así que habrá botas sobre el terreno si la estrategia ha de tener alguna esperanza de éxito», añadió. «Al seguir repitiendo» que Washington no enviará fuerzas terrestres, «el presidente se está metiendo en una trampa», advierte.
Incluso el jefe del Estado Mayor Conjunto de Obama, el general Martin Dempsey, sugirió que Washington podría necesitar fuerzas especiales en el terreno en Iraq, al menos para actuar como observadores para que los aviones estadounidenses y aliados puedan atacar los blancos del EI con más precisión.
Algunos conservadores reclaman el envío de hasta 25.000 fuerzas especiales de Estados Unidos a Iraq y Siria, pero las últimas encuestas revelan que el público, incluso muchos de los que se consideran republicanos, tiende a estar de acuerdo con Obama en su oposición al combate terrestre de estadounidenses, aunque apoyan medidas más enérgicas contra el EI.
Parecería que la estrategia de Obama consiste en reducir las fuerzas militares del EI, especialmente las armas pesadas y los vehículos de transporte que capturó a los ejércitos de Siria e Iraq, mediante una guerra aérea encabezada por Estados Unidos con la participación de países musulmanes suníes, en particular Arabia Saudita y otros miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG).
Esa guerra también incluye a los aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que estén dispuestos, aunque ninguno ha aceptado participar en las operaciones contra los objetivos del EI en Siria.
Los aviones de guerra de Estados Unidos atacaron las refinerías de petróleo que el EI utiliza en Siria para quitarle al grupo extremista una fuente clave de ingresos, en lo que forma parte de una guerra económica que incluye la presión sin precedentes sobre los gobiernos del CCG para que repriman a sus ciudadanos y organizaciones benéficas que apoyan al EI o al yahidista Jabhat al Nusra, un grupo cercano a la red Al Qaeda en Siria.
Washington presiona al gobierno chií del primer ministro iraquí Haider al Abadi para que comparta el poder con la comunidad suní, en gran parte mediante el entrenamiento de unos 10.000 «guardias nacionales» reclutados en las principales tribus para que se enfrenten al EI en Anbar y otros lugares.
Esa parte de la estrategia sigue en proceso, ya que Abadi aún no ha conseguido el consenso para ocupar las carteras clave de Defensa e Interior, y la mayoría de los líderes suníes siguen dudando de las intenciones del primer ministro iraquí.
Aunque todo suceda según lo planeado, incluida la reconstrucción del ejército iraquí, muy disminuido tras la ofensiva del EI, el comandante estadounidense elegido para coordinar la coalición internacional, el general John Allen, advirtió el primer fin de semana de octubre que a las fuerzas iraquíes les llevará por lo menos un año estar en condiciones de hacer frente al EI en Mosul, ciudad que conquistó en junio.
También será necesario un año para capacitar a unos 5.000 reclutas sirios «moderados» en Arabia Saudita y Georgia para la guerra contra el EI, Jabhat al Nusra y el gobierno sirio de Bashar al Assad, según funcionarios de Washington.
Estos admiten que es improbable que esa fuerza, por sí sola, incline sustancialmente el campo de batalla en un sentido u otro, sin el respaldo de bombardeos aéreos que la defiendan.